De disco y sin complejos

Hugo Álvarez Domínguez

A CORUÑA

Imagen de archivo de Carlo Rizzi
Imagen de archivo de Carlo Rizzi

La violinista surcoreana Bomsori tocó por primera vez el «Segundo concierto para violín», de Prokofiev; antes de que la OSG abordase la «Cuarta» de Bruckner bajo la batuta de Carlo Rizzi

22 mar 2025 . Actualizado a las 20:28 h.

Programa denso y extenso en el abono de la Sinfónica de Galicia. Bajo la batuta de Carlo Rizzi, la violinista surcoreana Bomsori tocó por primera vez el Segundo concierto para violín, de Prokofiev; antes de que la OSG abordase la Cuarta de Bruckner. Concierto sin complejos que sonó de disco.

Pese a debutar el Segundo de Prokofiev, Bomsori, más allá de la perfección técnica, (clavó la exigente escritura) o del sonido cristalino, cálido, presente, homogéneo y elegante del instrumento, mostró afinidad total con la pieza. Aunó lo lírico con lo juguetón: su destreza estuvo al servicio del discurso (acariciante el andante assai central, fraseado con sensibilidad). Carlo Rizzi contagió a la orquesta del enfoque de la solista y arropó los pasajes líricos (conseguido el pizzicato del segundo movimiento) subrayando sin pasarse los más desenfadados (bien sugerido el españolizante final). Bomsori, ovacionada, estuvo espléndida, y la orquesta no le fue a la zaga.

Bruckner es especialidad de la OSG y Rizzi conoce bien a una orquesta de la que extrae todo su potencial. Esta Romántica (versión 1878/80 en la edición de Nowak) fue vibrante y sin complejos. El italiano administró la tensión a lo largo de su lectura y no temió a hacer sonar a la orquesta a lo grande, sin descuidar la nitidez entre planos. La orquesta sonó como en una noche de gloria. El metal estuvo broncíneo por redondez, presencia, empaste, afinación y claridad de ataques (enorme Marta Montes como primer atril de trompas) y el maestro enfocó la obra como un todo. En el segundo movimiento manejó a una cuerda cómoda en el cantabile; y el tercero basculó bien entre lo naif del aire de caza y su rotundo final. El cuarto fue la apoteosis de la concepción de Rizzi: orquesta sembrada y lección de matización. Maestro y orquesta estaban desatados, en una versión volcánica donde se apreció hasta dónde llega la OSG con una batuta exigente y motivadora: aquí lo dieron todo.

De los mejores conciertos de la temporada: extenuante pero de altos vuelos. La OSG y su público merecen más veladas así.