
Docería Rábade, de los soportales de Betanzos, se hace centenaria
21 nov 2016 . Actualizado a las 20:16 h.[Patricia García] Carmen Rábade se emociona al recordar la historia de Docería Rábade, la confitería que puso en marcha su abuelo en los soportales de Betanzos en 1916. «Que el negocio cumpla 100 años significa mucho para mí, y no puedo evitar acordarme de mi abuelo y de mis padres, que ya no están». Su abuelo, Constantino Rábade, era de Lugo, de la zona de Rábade, «de ahí el nombre de la confitería», y, después de aprender los secretos de la repostería en la Gran Antilla de A Coruña, se mudó a Betanzos «cuando todavía era muy joven».
«Al principio no tenía horno propio, así que tenía que cocer los pasteles en una panadería y los vendía un poco más abajo de donde estamos ahora». Hasta que en 1916 colgó el cartel de Docería Rábade. Desde entonces, las recetas con las que su abuelo y después sus padres, Alfonso y Carmen, conquistaron a toda la comarca se mantienen intactas. Su elaboración estrella: la milhoja. «Dicen que hacemos las mejores milhojas del mundo», cuenta con una sonrisa Carmen Rábade. La receta, con cien años de historia, es obra de su abuelo Constantino. «Aunque ahora tenemos alguna máquina que nos ayuda a producir más cantidad, el proceso y los ingredientes siguen siendo los mismos que cuando empezamos en 1916». Su pastel de «mil follas» lleva hojaldre, una capa de merengue y otra de crema. «La hacemos solo con productos naturales. Hay gente que viene hasta Betanzos desde A Coruña, Sada, Madrid o Barcelona solo para tomar la milhoja», asegura.
Fans japoneses
Tienen hasta fans en Extremo Oriente. «El año pasado vino un japonés a comprar las milhojas y este año volvió otra vez con un grupo de japoneses. ¡Los trajo a propósito a la confitería para que probasen nuestro pastel!».
Carmen creció en el obrador que se encuentra al fondo de la tienda. «De pequeña ya le ayudaba a mi padre a cocinar». Acabó el instituto y se puso manos a la obra en la confitería. «Tengo mano para los pasteles, me gusta hacerlos», asegura.
La tienda, que se conserva igual que cuando se fundó hace 100 años, es tan fotogénica como sus milhojas. «Entran muchas personas que solo quieren hacer fotos. Hace poco vino un inglés que nos pidió permiso para entrar en el obrador y sacar unas fotos».
Lucía, Carmen y Carmen, con las famosas milhojas de Rábade