
Sometidos a juicio en 1310, la orden se disolvió, fueron declarados inocentes y se retiraron con una pensión vitalicia
24 oct 2016 . Actualizado a las 22:53 h.Lo había ordenado el papa Clemente V: debían ser detenidos e interrogados. Estaban acusados de negar a Cristo, de adorar ídolos, de prácticas obscenas y homosexuales y de mala fama. Por la bula del 22 de noviembre de 1307 mandaba a los reyes cristianos meter rápidamente en prisión a todos los templarios de sus reinos y ocupar sus bienes hasta que se tomase una decisión sobre su destino; posteriormente señaló que los interrogatorios los realizasen los obispos diocesanos.
Después de recibida la carta papal, el rey Fernando IV de Castilla y León no procedió a cumplirla de forma inmediata. De carácter débil, ya tenía bastantes problemas internos y no estaba seguro de qué política seguir. Su inacción permitió a los templarios seguir libres y al maestre provincial de la Orden del Temple en Castilla, fray Rodrigo Yáñez, intentar negociar. Primero parlamentó con la reina madre, María de Molina, después buscó la mediación del hermano del rey, el infante Felipe; a ambos les prometió la entrega de fortalezas a cambio de obtener protección y la garantía del rey de que serían escuchados. En este cambiante juego de intrigas, promesas y garantías, los templarios fueron perdiendo parte de sus bienes que pasaron, hacia comienzos de 1309, a manos del rey Fernando IV. Entre esos bienes estaba el castillo y bailía de Faro.
Siguiendo al historiador Carlos Pereira, podemos decir que la bailía de Faro, que tenía su casa central en lo que hoy es O Temple en el Ayuntamiento de Cambre, era una de las más ricas e importantes de la orden templaria. Sus posesiones se extendían por diversos lugares de Galicia y contaban con la iglesia de Santa María y el castillo de Faro. De la iglesia que tenía tres naves solo queda hoy una de las pequeñas alterada por diversas reformas, conservando en su entrada un tímpano en el que aparece representada una cúpula sostenida por arcos, posible alusión a la mezquita de la Roca en Jerusalén; también podría ser de ellos la hidria de Jerusalén que se conserva y se utiliza hoy como pila bautismal en la iglesia de Cambre. En cuanto a su castillo nada queda, salvo el recuerdo de sus posibles muros en el nombre de la Cuesta de la Tapia.
Tampoco se dieron prisa los obispos de la monarquía castellano-leonesa en cumplir las órdenes del Papa. La maquinaria inquisitorial se pondría en marcha en 1310. El 27 de abril, en Medina del Campo, fueron interrogados, sin ser sometidos a tortura, numerosos templarios, entre ellos varios de la bailía de Faro. Todos negaron las acusaciones. Instruidos los procesos, el concilio de obispos celebrado en Salamanca el 21 de octubre dictaminó que «no hallaban ser culpados en cosa alguna los dichos freyles ni su orden acá en estos reynos de Castilla e León, sino muy buenos religiosos e de muy buena fama». Pero el daño ya estaba hecho, la Orden del Temple sería disuelta por el papa Clemente V en 1312. Los templarios, obligados a mantener sus votos, quedaron sujetos a la obediencia de sus obispos, se retiraron cobrando una pensión o ingresaron en otras órdenes religiosas. Así debieron hacerlo los últimos templarios de Faro.