Teodoro Castro Rodríguez: «Mi forma de hacer se está acabando, pero el maquetismo no»
CAMBRE
Este artesano de Cambre trabaja en piezas exclusivas para coleccionistas y tiene numerosos encargos de premios
18 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Teodoro Castro Rodríguez (A Coruña, 1958) lleva 40 años viviendo en San Lourenzo (Cambre), pero se reivindica de Monelos. Vive en un lugar tranquilo, a su ritmo y ensimismado en un oficio que le sigue apasionando. Es el único incluido en Artesanía de Galicia dedicado a las maquetas automovilísticas y de aviación, que le llevó en su día a renombrar su taller, que lleva su nombre, como Hojalatería Meteoro. Lo dice mostrando un exquisito catálogo con piezas como un hidroavión Dornier X 1930 o el vehículo Leyat Helice 1919, impulsado por hélice, y consultando un manual de los años 30 para trabajar la hojalata. Tiene un Premio Antón Fraguas por su trabajo, pero, totalmente humilde, se rinde ante la perfección de los que considera los grandes maestros.
—¿Cómo se formó?
—Estudié Magisterio, pero los niños son un tema serio y difícil, a mí me gusta jugar. Me apetecía algo más libre. Estoy por el homo ludens. Empecé haciendo bisutería y vendiendo en la calle en el 76 y seguí con piezas más elaboradas. Después de la mili hice el carné de artesano y vendí en la feria de artesanía de A Coruña. Mi padre era carpintero, un milmañas y conservo la foto que me hizo de pequeño en un coche que me construyó.
—Uno de sus emblemas es el uso del metal.
—Sí, aunque hago cosas en resina y en madera, si hace falta. El maquetismo es una afición que tengo desde pequeño.
—¿Cómo es el comprador?
—Coleccionistas. En Galicia me han comprado, pero principalmente he vendido a Madrid, Barcelona, Inglaterra, EE.UU. y alguna tienda en Canadá.
—¿Hay demanda?
—Sí. Al coleccionista que tiene algo de dinero le gusta la exclusividad, pide lo más raro y es todo un mundo el que hay por ahí, sobre todo de automóviles. También tengo encargos del Ejército después de que un militar de Madrid me comprara una miniatura de un Plus Ultra. Les gustó como trofeo y hace unos 10 años me comenzaron a encargar otras series para el premio Ejército del Aire, como el del Autogiro de De la Cierva.
—¿Cuánto hay de investigación?
—Para hacer cualquier modelo necesito muchas fotos, planos del modelo real y reduzco todo a escala. En los coches, según el modelo, hago un prototipo, saco el molde, lamino con resina de poliéster y fibra de vidrio, que después hay que limar y repasar. Fabrico todas las piezas, no existe nada en miniatura, son exclusivos. Para el Pegaso del año 50 [que elige como su pieza preferida] debí hacer hasta 200 fotos. Fui a verlo en Barcelona. Hay muy pocas maquetas, porque es un coche del que se fabricaron menos de cien unidades. El Museo de Ángel Jove tiene uno, pero con otra carrocería.
—¿Cuánto puede costar una de las suyas?
—Los últimos los vendí a 2.800 o 3.000 euros. En el mundo del maquetismo hay un estándar, de comprar en tienda, muy económico, como juguete bien hecho. Después está el maquetismo exclusivo. Enseño mis piezas, pero soy un aprendiz al lado de los buenos maquetistas. El maestro, maestro de esto era Olive Sans, de Barcelona. Lo llegué a conocer personalmente, estuve en su taller. Hacía todo el coche desde cero, usando metal. Yo hago la carrocería con resina. En aviación hay que destacar al mejor del mundo, que es el argentino Rojas. Ahora ya se está introduciendo, a la hora de hacer piezas, la impresión 3D.
—¿Y usted la incorpora?
—Yo no, mira mi móvil de 10 años, que seguirá hasta que se muera. No es ni un smarthphone, es un teléfono.
—¿No valora la tecnología?
—La valoro, pero otra cosa es que me parezca fácil, me atraiga o me guste. Trabajar con moldes de silicona sí que me ha permitido hacer otras piezas, como los premios Mestre Mateo, que llevo realizando desde hace unos 12 años. A veces también me traen elementos para restaurar. Yo, de todas formas, ya me tendría que haber jubilado el año pasado, pero sigo porque al decirlo me encargaron más premios para que tengan para entregar los próximos años. Aunque me jubile, seguiré haciendo lo mismo, pero sin responsabilidades económicas. Pienso seguir jugando.
—¿Se sigue divirtiendo?
—Haciendo la primera pieza es como mejor se pasa. Repetirla muchas veces cansa un poco, pero la gente autónoma con profesiones no estándar somos dueños de nuestro tiempo.
—¿Ve relevo?
—Gusto por el maquetismo hay. A la hora de pintar, dibujar y hacer volúmenes, la gente joven maneja otras claves. Mi forma de hacer sí que se está acabando, pero el maquetismo no. Hay demanda en los museos, hay mucho patrimonio que restaurar. Si al oficio se añaden herramientas, como ya están siendo las digitales, lo que se acortan son los tiempos y permite expandirse. Ahora se puede mirar lo que se hace y cómo lo hacen en otras partes del mundo. YouTube es ya una universidad. Si añadimos a todo eso la pasión por el trabajo, el campo es amplísimo.