Su cuidador confirma que tenía 14 años y que falleció por un fallo cardíaco en la cochiquera de la finca de Carral donde vivía
03 abr 2018 . Actualizado a las 09:43 h.No es 11 de noviembre. No es San Martiño. Pero toca hablar de Quinín. Y esta vez no es para confirmar el indulto que año tras año conceden a este cerdo de 350 kilos, sino para confirmar su muerte, que le sobrevino de forma natural mientras descansaba en su cochiquera situada entre Outeiro y Coiro, en la parroquia de Paleo (Carral). Aunque no hay autopsia, desde el Concello de Carral confirmaron que Quinín murió como consecuencia «de un fallo cardíaco por sedentarismo». Y su cuidador, José Carlos Rial, lo explicaba este lunes de una forma menos formal: «Ao pobriño estáballe chegando xa a hora. Morreu de vello. Levaba un tempo que non estaba ben e que lle custaba andar. Case nin vía e só ía dun lado a outro para comer, o pobriño. Deume moita pena. Imaxínate, despois de seis anos coidándoo».
Aunque hay discrepancias sobre la edad y el peso real de Quinín, Rial lo tiene claro: «En verdade tiña 14 anos. E agora andaría polos 300 quilos, porque adelgazou de non querer comer, aínda que houbo épocas que chegou aos 400 quilos, que é unha animalada». Explica también que pocos marranos han llegado a esta edad, por lo que, según sus cálculos, debe de ser el cerdo más longevo de Galicia, por lo menos que se haya documentado. «É que ningún cocho dura tanto. Porque nas casas pódense criar durante cinco, seis ou sete anos como moito, para aparealos. E a min cando me preguntan canto tempo pode vivir un porco... eu contesto que non se sabe, vendo o que durou Quinín . Porque morreu con 14 como puido morrer con 20 anos», explica su cuidador. Sobre qué pasará ahora con el cerdo, Carlos Rial no está seguro. Hoy se decidirá qué harán con su cuerpo. «Eu só espero que non fagan roxóns con el», dice compungido. «O pobre... É que era coma un canciño. Hai cans que son peores ca el», recuerda.
El cerdo saltó a la fama hace ya más de una década, cuando su primer propietario, un vecino de Dumbría, lo sacaba a dar paseos por el pueblo acompañado también por un perro. Su simpatía y docilidad le valió esquivar el matadero cada San Martiño, aunque su retiro dorado le llegó cuando un grupo de amigos (entre ellos el alcalde de Carral, José Luis Fernández Mouriño) lo compraron y le prepararon un pequeño chalé en una enorme finca de este municipio siempre al cuidado de una persona. El regidor reconocía ayer que el cerdo Quinín era el habitante de Carral que mejor vivía y su cuidador lo corroboraba: «Os veciños traíanlle de todo para comer: patacas, verduras e ata restos de marisco. E os días que había aniversarios nalgunha casa, tamén viñan cos restos da torta». «E ben que lle gustaba comer os doces», explicaba Rial afectado. Al margen de la anécdota, Quinín podría hacer reflexionar a más de uno, ya que el sedentarismo y los excesos en la dieta no son buenos para el corazón. Ni para el humano ni para el de un cerdo.
«Eu só espero que non fagan roxóns con el», dice su cuidador, compungido