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«Remolqué el Rolls de Franco cuando le dejó tirado en la N-VI»

Eduardo Eiroa Millares
Eduardo Eiroa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Gumersindo Seoane acumula más de 1,5 millones de kilómetros y ha tenido siete taxis.
Gumersindo Seoane acumula más de 1,5 millones de kilómetros y ha tenido siete taxis. Paco Rodríguez< / span>

En sus 45 años tras el volante vivió momentos duros, como un atraco con un revólver en las costillas

14 mar 2016 . Actualizado a las 17:17 h.

Todos los días de madrugada Gumersindo Seoane Barreiro (Boimorto, 1943) para, desde hace décadas, en la cafetería El Timón a desayunar. Allí arranca su jornada que cada día, desde diciembre de 1969, le lleva a recorrer las calles de la ciudad tras el volante de su taxi. Es, junto con otro compañero, el taxista en activo más veterano de A Coruña.

-La de cosas que habrá visto. ¿Tienen los taxistas secreto de confesión?

-Un poco sí tenemos. Al taxista que es taxista, si le preguntan a dónde llevó un cliente, no debe responder.

-¿Cómo se metió a conductor?

-Empecé a trabajar como panadero a los 16 años, pero a mí me gustaba conducir y empecé en el Parque de Automóviles del Ejército en la Grela y seguí como camionero. Después un amigo me habló de un puesto de taxista y empecé, primero contratado y después con mi propia licencia.

-Casi medio siglo da para muchas anécdotas. ¿Con cuál se queda?

-Pues antes del taxi, estando en el servicio de grúa del Parque de Automóviles, me llamaron un día para ir a recoger un coche. Era el Rolls-Royce de Franco, que le había dejado tirado en la N-VI, al pasar el cruce de Parga. Lo metieron en un tren para A Coruña y de Madrid salió un avión para Inglaterra a buscar las piezas.

-Tendría cuidado de no rayarlo.

-Lo tuve, desde luego.

-Algunos kilómetros se habrá recorrido por A Coruña durante más de 45 años.

-Pues como mínimo un millón y medio, y llevo siete coches, un Renault 12, un Ford Taunus, y voy por mi quinto Peugeot.

-Hubo una época en la que los atracos a taxistas eran muy frecuentes. ¿Cuántos sufrió?

-En eso tuve bastante suerte. Solo una vez, en 1984, tuve un problema. Subí a un señor que se hizo pasar por marinero y me pidió que lo llevara a Viveiro. Tras llegar allí me pidió que lo trajera de vuelta y en A Coruña, a la altura de San Diego, me sacó un revólver del 38 y me lo puso en la espalda. Paré y pie al suelo, y hombre a tierra. El otro salió corriendo y lo cogieron dos guardias en Tabacos. El hombre aquel resultó ser un atracador que ya había asesinado a una turista inglesa y que estaba de permiso carcelario.

-Cuando usted empezó apenas había coches. ¿Qué tal se conduce ahora por la ciudad?

-En general se conduce bien, salgo todos los días y no suelo encontrarme problemas. Lo peor es la costumbre de la doble fila que tienen muchos para parar a tomar el café.

-Usted ha visto todo tipo de cambios en las calles coruñesas. ¿Fueron para mejor?

-Aquí todo cambió para peor excepto con la tercera ronda. Ahora hablan de ampliar el Pasaje y a mí me parece absurdo. Los problemas están antes y después: que modifiquen la glorieta de Santa Cristina para que no pare el tráfico y también el desvío a Montrove, y listo. Y en Alfonso Molina el problema no es la falta de carriles, sino los desvíos. Hay que hacerlos nuevos y de otra manera, no tiene sentido que alguien que va a la autopista adelantando por la izquierda tenga que cruzar tres carriles con mucho tráfico para poder incorporarse.

-Empezó en su profesión por amor al volante. ¿Lo mantiene 45 años después?

-Algún compañero me dice que aguante para no aburrirme, pero ya ando con ganas de jubilarme. Lo que me gusta es echar la partida con los amigos en el Santalla, en la avenida de Gran Canaria.