
En su DNI figura como José Regueira Castro, aunque «nadie me conoce por ni nombre»
24 abr 2016 . Actualizado a las 11:42 h.En su DNI figura como José Regueira Castro. «Nadie me conoce por ni nombre. Soy Kake desde la infancia», comenta este fotógrafo que lleva desde los 18 años detrás de una cámara. «Fue un amor a primera vista. Empecé a estudiar fotografía con un curso por correspondencia que compré a CEAC. Utilizaba el baño de mi casa como laboratorio de blanco y negro y todos los días lo montaba y lo desmontaba», recuerda sonriente. Nació en Cerceda pero aprendió a andar en A Coruña. Vivió en la zona de Vioño, en Elviña y ahora es un enamorado de Matogrande. «Es mi zona, es difícil que baje a picar algo al centro». Antes de sentir la llamada del mundo de la imagen trabajó en una empresa de montaje de naves industriales «y en verano de camarero en el Casino y hasta de repartidor de Coca-Cola», rememora. Charlamos en los bajos de su estudio. Una madre pasa por delante de nosotros con su hijo de 8 años. «Estoy con una entrevista y ahora voy. Vaya cambiando al niño», le dice Kake a la clienta que porta el vestido de comunión del chaval. «No me ofende lo de BBC. Un fotógrafo de bodas, bautizos y comuniones tiene que tener muchos conocimientos», reflexiona.
Fotos movidas
Lleva un sinfín de celebraciones a sus espaldas. Le resulta imposible dar una cifra. También acumula un montón de anécdotas, una de ellas protagonizada por él mismo. «En mi boda le pedí a un amigo que hiciese las fotos y resultó fatal. Salieron cortadas y movidas y una semana después tuvimos que volver a vestirnos y posar. Esta vez las hice yo con un trípode. Lo celebramos dos veces», recuerda. Su boda fue hace 36 años. Tiene dos hijas, una de 33, que trabaja en Barcelona en la web de Vueling, y otra de 27, que es educadora infantil y perfecciona su inglés en Inglaterra. Están solteras. «Si no tardan mucho en casarse me gustaría hacerles las fotos de la boda», asegura. Recuerda a una pareja que volvió de la luna de miel separada. «Se llevaron las fotos, que ya habían pagado, en un sobre, pero no quisieron álbum», apunta Kake, de 61 años. Trabajó muchos años en Taibo, en Riego de Agua, hasta que se independizó. «Cambió muchísimo la fotografía. Yo siempre busqué la perfección y me di cuenta hace unos años, gracias a la gente más joven, de que puedes resultar aburrido. Algo de imperfección, controlada, comunica, da vida. Ahora en las bodas se hace un trabajo más de fotoperiodista, de documentar el día, y menos de posados. Realizamos una preboda y una posboda. Antes se iba una o dos horas con ellos y se perdían el aperitivo, que creo que es el momento más importante de una boda», reflexiona Kake.
Pádel y golf
Luce una protección en un pie. «Me rompí el metatarsiano jugando al pádel», informa. No es su primera lesión. Con 16 años jugaba al fútbol en el Unión Sportiva y le propusieron una prueba en el Deportivo. «Me rompí la rodilla y el tren pasó por mi puerta», recuerda. Además de pádel también juega al golf. «Siempre me gustó el deporte y tengo cierta facilidad». Una y otra vez sale el tema de la fotografía. «Soy monotema. A veces aburro a la gente con el asunto de las fotos. Ahora dispongo de más tiempo libre desde que me asocié con Pepe y Adrián Faraldo y Alfonso Novo y creamos Emovere Studios», reconoce. Apenas fotografía con el móvil. Lleva una cámara Olympus colgada a la cintura. Le gusta jugar al mus y seguir las retransmisiones deportivas. Pide para comer bacalao o algún potaje. Dice que su principal virtud es «que no guardo rencor e intento ver el lado positivo de todo el mundo». El niño de la comunión ya está listo. «Una parte se mantiene, pero también cambió mucho, se hacen trabajos más vivos». Se levanta apoyado en unas muletas y sin quitarse la gorra. «También utilizo sombrero, tengo poco pelo», apunta este fotógrafo que ha inmortalizado a media Coruña.