
Dos actuaciones en el Obelisco y la gala de Santa Margarita cierran hoy una nueva edición del festival Manicómicos
13 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.«¡Papi!». Era el saludo de varios componentes de Manicómicos a Carlos Sante (A Coruña, 1971) antes de abrazarlo. Ocurría el pasado jueves, en el centro social de Os Mallos, donde arrancaba el Festival Manicómicos. La programación concluye hoy con dos actuaciones en el Obelisco (12.00 y 13.00 horas) de las compañías Barré, de Euskadi, y Ye Orbayu, de Asturias, y la gala final que tendrá lugar en el anfiteatro de Santa Margarita (21.00 horas). Sante, que acaba de ser padre y de ahí los saludos, explica: «Es la edición número 17 en 13 años de vida. Eso es porque hubo años en los que doblamos edición haciendo la de interior en marzo o abril, y luego en verano la de la calle».
-¿Sin interrupciones?
-Hemos trabajado ininterrumpidamente, salvo en el año 2012 por desacuerdo con la Concejalía de Cultura en ese momento, pues... Tuvimos ahí un marroncillo con ellos, del que no vamos a hablar, y no pudimos hacerlo.
-¿Qué supone este festival?
-Sigue siendo un baluarte en esta ciudad, con una programación que viene de una asociación cultural, un trabajo colectivo de base en el que implicamos a los socios en la producción, en la realización del evento, y compaginándolo con otras actividades importantes, como es el apartado formativo.
-¿Valoran mucho la formación?
-Por supuesto, porque nosotros nos hemos formado un poco altruistamente en diferentes partes del mundo cuando no existían las escuelas de teatro oficiales, y lo que pretendíamos al comienzo de la asociación era eso: poder traer profesorado que nosotros considerábamos de importancia en un estilo teatral que era la comedia, el teatro gestual, la improvisación y en el que no había manera de formarse en Galicia. A los profesores que nos parecían de interés los traíamos al festival a actuar y, de paso, nos daban formación muy potente.
-Como uno de los fundadores del Circo del Sol.
-Ese es Michel Dallaire, un crack con el que seguimos teniendo un programa de colaboración en formación profesional en técnicas de clown desde hace cuatro años. Por el festival han pasado los más grandes: Carlo Colombaioni, Joseph Collard, Nola Rae, Gurdi Huter, Leo Bassi, Jango Edwards, Johnny Melville, Pierre Byland y, este año, Leandre. Son figuras muy reconocidas internacionalmente y tenemos mucha suerte de poder contar con ellas.
-Usted se formó en Londres...
-Bueno, aparte de otros sitios. Estuve dos años seguidos, a finales de los noventa, con Philippe Gaulier, que es un maestro de las técnicas nuevas del clown.
-¿Es difícil hacer «clown»?
-No. Hay que atreverse porque es una profesión que no te garantiza un salario; es un poco ese oficio de buscavidas, del comediante de toda la vida que tiene que buscarse las habas donde puede. Creo que actualmente está en buen estado la profesión, quizá también porque se estabilizaron los circuitos donde se engloban este tipo de representaciones. Es un teatro muy directo que no obliga al espectador a hacerse cábalas mentales, los argumentos suelen ser muy simples, muy sencillos, muy humanos, de estos que te tocan. El humor todos lo tenemos, unos más o menos abierto que otros. Y el payaso lo que viene a hacer es eso: ponerte en la situación de que puedas liberarte de tus ataduras y ser feliz riéndote.
-Se quejaba Joaquín Sabina hace poco de que con esto de lo políticamente correcto no te puedes reír de nada.
-No creo. En estas cosas complicadas, el payaso lo que va hacer es darles la vuelta, ponerlas en la pista de una manera totalmente naíf, desde el punto de vista de un niño, para que el público reflexione sobre lo que ve. No va hacer una crítica directa, pero sí va a poner los condicionantes para que tú entiendas que estamos hablando de este problema en concreto.
-¿En la línea de uno de los espectáculos del Festival?: «Smart! Como un teléfono intelixente pode converterme nunha idiota».
-Sí. Es un espectáculo muy innovador en el sentido de que se utilizan técnicas de clown, pura y dura, sin palabras, y luego la tecnología del vídeo mapping, donde se pone en el punto de mira lo que hacemos hoy en día con el uso y el abuso de las tecnologías del teléfono móvil y las apps, que no paramos de entrar y salir, escuchar soniditos, alertas y nos vuelven la vida imposible, cuando hace unos años todo eso no nos hacía falta: llamabas al timbre del colega para que bajase y si no estaba no pasaba nada.
-¿Qué hace ahora?
-Acabo de ser papá y estoy aprendiendo la paternidad, es muy gratificante. Estoy en una serie que se llama Fariña, sobre la historia del narcotráfico. Y en septiembre empezamos con el nuevo curso en Manicómicos, donde doy clases de clown desde el principio y también organizo el programa de formación Hangar Manicómicos, con Michel Dallaire y todo su profesorado... Aparte, soy actor de doblaje de toda la vida, desde los 18 años, y es lo que me mantiene.
-¿Quiénes son los que quiere formarse como «clown»?
-Un poco de todo. La media son gente de entre 20 y 30 años que suelen ser estudiantes, no solo de teatro. Es gente que por curiosidad busca divertirse en su tiempo de ocio, y creo que ya tenemos un legado importante de Manicómicos que les atrae. En A Coruña contamos con un público fiel que nos viene a ver siempre.
-¿Y en el futuro?
-Estamos en busca de un nuevo local, sobre todo para actividades circenses que requieren más altura, para técnicas de aéreos, malabares o iniciación al circo...
-¿Sin animales?
-El circo contemporáneo no usa animales... Ya somos bastante animales los payasos, que si nos dejan sueltos nos desbocamos [risas].