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Cómo aprender a ser gaviota

Antonio Sandoval Rey

A CORUÑA CIUDAD

antonio sandoval rey

La generación de gaviotas patiamarillas de este año da sus primeros vuelos

27 jul 2018 . Actualizado a las 13:23 h.

Llega un día en que la azotea deja de ser suficiente. Por muy buenas vistas que ofrezca del resto de la ciudad, cada vez que la brisa les revuelve las plumas sienten una necesidad irrefrenable de abrir las alas y dejarse llevar. Al principio, apenas centímetros. Luego, poco a poco, cada vez más distancia, más altura... Hasta que deciden dar el gran salto y se lanzan a la aventura. La primera etapa acaso termine en el tejado de enfrente. Tras unos instantes de asombro, en seguida querrán probar de nuevo. Es lo que tiene ser tan joven.

A estas alturas del verano, prácticamente todas las gaviotas patiamarillas nacidas este año en la ciudad han abandonado ya el nido en el que nacieron. Sus primeros vuelos largos fueron acompañados, en muchos casos, por los aullidos preocupados de sus padres. Luego, con el tiempo, terminaron por separarse de ellos. Y por pasar cada vez más hambre. En consecuencia, mientras aprendían el arte de la navegación aérea fueron buscando la compañía de las de su especie, y descubriendo cuáles son sus lugares de reunión. Desde ellos, siguen ahora a las más veteranas hasta donde se encuentran los recursos necesarios para sobrevivir una jornada más. 

No es pintura, no

No es pintura. Se lo tuve que explicar a unos turistas tan curiosos como poco perspicaces. Se estaban preguntando por el origen de todas esas manchas blancas que adornan tantas aceras y vehículos.

Hace no muchas décadas todavía no criaban en nuestros edificios, pero es que les pusimos todo en bandeja. Literalmente. Si un antropólogo tan poco perspicaz como esos turistas hubiese visitado por entonces esta ciudad, su conclusión precipitada habría sido que esta era una cultura en la que se adoraba a las gaviotas, haciéndoles cada día entrega, en un gran templo en las afueras, de tanta cantidad de comida como era humanamente posible.

Su población urbana se disparó, cómo no. Aquí y en muchas otras ciudades. Los municipios tomaron medidas. Se cerraron los vertederos, aunque no solo por este motivo. También se intentó evitar su cría en los tejados, a través de diferentes métodos.

Ahora, desde hace unos años, el número de gaviotas patiamarillas de Galicia está en descenso. Se aprecia bien en esas colonias naturales, donde ya no hay ni mucho menos tantas como antes. Pero ojo: la ciencia aconseja siempre no acomodarse en las conclusiones fáciles. Hay que ser perspicaces, e indagar como es debido todas las causas de ese descenso en las cifras de quienes no dejan de ser nuestras vecinas. Por ejemplo, hace un año este periódico informaba de una seria epidemia de botulismo entre las de nuestra ría.

Entre tanto, nos caigan o no simpáticas, que eso ya es cuestión de gustos, estos días son los mejores para comprobar cómo las jóvenes se esfuerzan en aprender. No a volar, sino sobre todo, a ser gaviotas. 

De marrón a blanca y gris

Diferenciar una gaviota patiamarilla joven es sencillo: las primeras son marrones, como la de la foto. Durante los próximos 4 años irán mudando sus plumas hasta adquirir las blancas, grises y negras de los adultos.

Especie del sur de Europa

La patiamarilla es una gaviota de distribución bastante restringida a nivel global: sur de Europa y norte de África. Cada verano visitan Galicia muchas del Mediterráneo.