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La calle Barcelona, 30 años después

María M. Guntín / R. D. A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

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Vecinos y comerciantes lamentan el cierre de tiendas en la zona y la pérdida de viandantes

12 mar 2019 . Actualizado a las 21:05 h.

Desde el cruce de la calle Páramo con la de la calle Barcelona lo primero que se vislumbra es un paisaje desolador: la mayor parte de los negocios tienen la reja bajada. De otros tantos cuelgan un sinfín de letreros de «se alquila». Unos metros más adelante, hacia el corazón de una de las arterias del Agra, una escuela infantil se vende. La farmacia es uno de los pocos establecimientos activos y abiertos al comienzo de la calle. «En los últimos cuatro años han cerrado muchos locales y entre ellos estaba un supermercado que movía a mucha gente», explica una de las farmacéuticas, que también se queja de la falta de limpieza y mantenimiento que tiene la zona.

Conflictividad

Uno de los viandantes de la calle Barcelona cuenta que las peleas son habituales en la rúa, «aunque no es algo que ocurra a diario sí se ven como algo normal». A priori, dos lavanderías autoservicio son los negocios que más clientes atraen en este primer tramo del barrio. En uno de los pocos bares abiertos en esta zona, un hostelero que lleva 27 años en el barrio reflexiona sobre la peatonalización que sufrió la rúa en los años 90. «Para que una zona sea peatonal necesita un Corte Inglés o algo que tire y, desde luego, no es la tienda pequeña», explica, ya que «la gente que había cuando llegué ha desaparecido».

El regente de uno de los bares más antiguos de la calle Barcelona también añade el problema de aparcamiento de la zona, consecuencia de su peatonalización. La clientela es en su mayoría vecinal y es que la población que domina la zona está jubilada o se sitúa por encima de los 60 años. «Antes era una calle de moda y, ahora, es de paseo», explica el hombre, que define la rúa Barcelona como un sitio de «mayores, perros y emigrantes».

ANGEL MANSO

Algunos de los vecinos que transitan por la vía cuentan que la mayor parte de las viviendas son viejas y no tienen garaje ni ascensor. «Los pisos no son muy caros, pero ya hay poca gente joven que se atreva a comprar aquí», explica uno de los residentes en la zona.

Rumbo a la avenida Finisterre el panorama cambia y muta en una zona más alegre y transitada con más locales abiertos. Sin embargo, otros tienen la reja bajada y también se alquilan. «Han cerrado muchos comercios y en la segunda pavimentación usaron un material barato que provoca que resbales», añade otra vecina del barrio que lleva más de 25 años viviendo en él.

En la administración de lotería describen la situación como mejor en comparación con la que había hace tres años. «Por la mañana tenemos que trabajar dos empleados porque hay gente continuamente», narra.

Mariluz Martínez es una de las comerciantes con más experiencia de la zona. Lleva más de 30 años como regente de Arena, una tienda de ropa icónica instaurada en el corazón del barrio. «Esto cambió mucho y para mal porque antes había mucho comercio de calidad», expone la mujer, que también se queja de la reconversión de la calle en una zona de paseo «y de poco consumo». Por su parte, Eduardo Pereira regenta la tienda de embutidos y alimentación Macario. «Me crie aquí y puedo decir que esto está mejor que en los años 80», explica. El hombre también cuenta lo conflictivo que era el barrio en «la época mala de la droga en el Agra».