
El polifacético locutor argentino realizará mañana su programa dentro del Encuentro Mundial de Humorismo
16 may 2019 . Actualizado a las 10:19 h.El escritor, músico y presentador de radio Alejandro Dolina es un todoterreno capaz de citar a Schopenhauer y hablar de fútbol en la misma frase. Lleva 30 años al frente del programa de radio La venganza será terrible, en Argentina, sin perder oyentes. Un milagro que podremos comprobar en directo mañana en Afundación a las 18.30 horas, dentro de la programación del Encuentro Mundial de Humorismo que se celebra estos días en la ciudad y que hoy mismo nos dejará una doble ración radiofónica con la grabación de Las noches de Ortega (19.00) y Buenismo bien (20.30), también en Afundación. El polifacético Dolina nos atiende mientras lucha todavía contra el jet lag.
-¿Cuál es el secreto para mantener durante 30 años un programa de humor en la radio?
-A lo mejor es que no es el mismo programa. De la misma manera que nosotros vamos cambiando con el tiempo, nos vamos sustituyendo a nosotros mismos, el programa también ha ido cambiando, aunque no nos demos cuenta, y conservando solo su nombre. Entonces ya no sería un programa que ha durado 30 años, sino 30 programas distintos que han durado un año.
-Bueno, pues cambio la pregunta. ¿Cuál es el secreto para que no se cansen de uno tras 30 años de radio?
-Bueno, a lo mejor sí que se han cansado de mí, pero uno, que es muy pertinaz, insiste. En cualquier caso creo que durar 30 años en un mismo sitio no es una virtud, sino más bien una condena. Todo ha cambiado mucho en este tiempo. Ni nosotros somos los mismos, ni el público que nos escucha, ni afortunadamente la sociedad es la misma.
-Y el humor, ¿es el mismo ahora que hace tres decenios?
-El humor también necesita evolucionar. Si echas un vistazo a algunas revistas viejas te parecerá todo muy inocente. Y el humor requiere cierta sorpresa intelectual, por eso tiene que innovar, no como la poesía o la literatura romántica, que perduran más. Si no modificamos continuamente esa sorpresa, deja de ser efectiva.
-Pues hay humoristas que sorprenden más bien poco y, a pesar de ello, son efectivos.
-Hay tipos de humor, que yo no profeso, que se basan en el incumplimiento de ciertas normas. Como el que dice malas palabras. Pero ese necesita que las palabras sean cada vez peores, porque el público cada vez exige más. Y llega un momento en el que es muy difícil causar gracia con esos recursos. Por eso defiendo el humor complejo, el que requiere cierto ejercicio de reflexión. Eso lo hace más duradero.
-Últimamente se debate mucho en España sobre los posibles límites del humor y la corrección política...
-Estoy al tanto de esas polémicas y me parece un debate interesantísimo que posiblemente no tenga solución. Aquel que vulnera ciertos límites suele tener su propio castigo. En el pecado está la penitencia. Esa persona se califica y se pone en una situación en la que obtiene respuesta a su conducta. Pero sería mucho peor ponerle un límite legal. Eso podría ser el comienzo de una escalada que no sabríamos dónde terminaría.
-Como argentino, ¿cree que se entiende su humor en España?
-Hay distintos acentos en el humor, pero por debajo de ellos existen unas estructuras humorísticas comunes. Schopenhauer decía que el humor consiste en poner un cosa donde no va. A partir de ahí puedes añadirle distintas complejidades, y ahí la diversidad es infinita. Pero la base común es tan sencilla como esa. Varía el adjetivo, más que el sustantivo.
-¿Qué le parece esta iniciativa del Encuentro Mundial de Humorismo?
-Así como en medicina se hacen congresos para buscar nuevas formas de curar las enfermedades, en el humor tenemos también que juntarnos para ver si existen recursos nuevos para buscar resultados mejores. Pero es que además sirve, como todos los congresos, para pasear un rato y tomar unas copas con amiguetes nuevos, lo que tampoco está mal.