
Cerrará después de Reyes y reabrirá a finales de febrero en el callejón de la Estacada, en un local mucho más grande
12 dic 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Todo empezó el sábado pasado. Me encontré con Chelo y con Pila, las hermanas que todos los días se toman su helado en la Colón, y de las que ya les he contado la historia aquí. Una tiene 87 años y la otra 83, pero no perdonan su «vicio» haga sol, llueva o truene en A Coruña. El caso es que se bajaban de un taxi camino de la heladería y empezamos la conversación. «Ya sabes que nos cambiamos, ¿no?», me dijo Chelo, y ya entendí que cuando hablaba con esa propiedad se refería a «su» heladería. A la que lleva abonada muchísimos años. Porque incluso antes de que abriese la Colón donde está ubicada ahora, hace algo más de 30, estas dos hermanas coruñesas ya tomaban sus helados preferidos en la Ibense, en el Cantón pequeño, donde trabajaba Leonardo, el padre del actual dueño de la Colón, Daniel Reboredo. Los que se acuerden del sabor de la Ibense y de aquel local con las mesas de mármol saben de sobra que ese estilo se ha heredado en la Colón, que guarda bajo llave el secreto de un gusto que moviliza a cientos de fieles a peregrinar a ese templo goloso. Hasta el punto de que algunos de nosotros estamos abonados exclusivamente a ese helado clásico, cuyo secreto guarda bajo llave Daniel, aunque en alguna ocasión me ha confesado que la clave de un helado rico, rico está en «echarle huevos». Las claras se montan para hacer la base que él compone en una cubeta metálica al estilo Ibi: leche, azúcar y esa clara, que es la que le da esa cremosidad tan deliciosa.
Claro que a estas alturas de la crónica, lo que querrán saber es adónde se traslada la Colón y sobre todo por qué. Pues, tranquilos, que todavía hay que esperar un poquitito más, solo unas líneas, para que me dé tiempo a decirles que ahora no deben perderse el helado de mandarina, que solo lo tienen en esta época del año, porque es cuando hay esta fruta. Es lo que me recomienda Paula detrás del mostrador, justo antes de decirme que la Colón cerrará para siempre el 7 de enero en el local actual, pero el 23 de febrero, el fin de semana antes de carnaval, volverán a abrir un poquito más adelante: «En el callejón de la Estacada, en La Marina, si recuerdas el restaurante Coral es más o menos de esas dimensiones». A partir de febrero la Colón estará más alejada del teatro, pero no perderá el nombre y tampoco su clientela fija, porque Chelo y Pila, desde luego, van a seguir yendo a diario a tomarse su helado de café y chocolate en un local mucho más amplio. «Allí tendremos más sitio para fabricar y evitar que el cliente se quede sin uno de sus sabores favoritos, porque a veces la demanda es tal que no podemos dar abasto aquí. Además, nuestro helado es fresco, no nos gusta congelarlo para otro día», me dicen desde la Colón, que ganará con este cambio mucho más espacio. Allí nos veremos, seguro, haciendo la cola.