Un soplo de alegría a las ocho de la tarde

Javier Becerra
Javier Becerra CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA CIUDAD

Ángel Manso

La gente rebusca en su optimismo para plantarse en lo más alto de la montaña rusa, consciente de que la vagoneta volverá a bajar y luego a subir y luego a bajar... hasta que todo esto se acabe

24 abr 2020 . Actualizado a las 18:12 h.

Me entero, al fin, por la columna publicada hace dos días por Antía Díaz de quién es el pinchadiscos de mi zona. Todos los días a las ocho de la tarde, fundiéndose con los aplausos de los vecinos al personal sanitario, pone unos 20 minutos de música a todo volumen. Empiezan, cómo no, con el Resistiré del Dúo Dinámico. Luego, varía en función del día. Desde mi casa, una manzana más arriba, lo escucho todo. Los temas, los aplausos, los gritos de los niños y una sensación parecida a cuando hay una verbena a lo lejos que cuela un poco de agradable jolgorio por tu ventana. Cuando los días pasan, iguales y regidos por los aplausos (las cosas en casa se hacen antes de los aplausos o después de ellos), ese momento se convierte en un clímax particular. Sales, palmeas, miras a lo lejos, animas a los pequeños a que se sumen a la fiesta y deseas vivir una manzana mas abajo para ponerle cara y sonrisas a toda esa gente.

Sé que hay muchos hartos del Resistiré del Dúo Dinámico (por cierto, ¿hartazgo verdadero o hartazgo de postureo para quedar de gourmet musical que no traga supuestas horteradas?). Sé que hay alguno que se ha venido arriba y ha montado una fiesta tecno haciendo temblar los cimientos de su edificio. Y sé que hay gente cansada de los delirios cantariles del vecino que ha convertido la ventana en un karaoke. Pero, en general, cuando uno ve en la avenida de Monelos simular un concierto de Queen con pregunta-respuesta en edificio de enfrente, sonríe. Cuando llegan los vídeos del gaiteiro de la ronda de Outeiro-esquina San Vicente, sonríe. Y al contemplar las pedazo fiestas que se montan en Novo Mesoiro, con luces encendidas, bachata y merengue a todo trapo, sonríe también. Sonrío porque ahí veo vida y ganas de vivir en una población a la que le tocó este revés de consecuencias inesperadas. Gente que rebusca en su optimismo para plantarse en lo más alto de la montaña rusa, consciente de que la vagoneta volverá a bajar y luego a subir y luego a bajar... hasta que todo esto se acabe.

Este domingo nos llega otro rayito de luz, al poder sacar a los pequeños a la calle. Después de estas jornadas de desconcierto (que si solo al supermercado y la farmacia, que si a partir del lunes, que si a 100 metros...), parece que los menores podrán desplazarse en un radio de un kilómetro desde su domicilio. Dejarán de ser solo los que cuelgan arcoíris en las ventanas y permanecen pacientes en sus habitaciones, a convertirse en personitas andantes por las calles de nuestra ciudad. Mis vecinos musiqueiros entran dentro de la distancia que permite la norma. Así que, si puedo, haré coincidir alguno de los paseos de los pequeños a esa hora, para comprobar con ellos de dónde viene el soplo de alegría que nos ha oxigenado durante estos días. Como siempre, a las ocho de la tarde.