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Las casetas de la plaza Elíptica, de refugio a peligroso patio de juegos

montse carneiro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PEREZ

Quejas por el estado de la parte alta del parque de Los Rosales

19 mar 2021 . Actualizado a las 21:13 h.

«Fue el día de Nochebuena. Salí de trabajar y cuando pasaba por delante me abordó llorando. Por favor, ayúdeme, ayúdeme. Solo me decía eso. Así lo conocí», recuerda Laura Naveira, dueña de la tienda ecológica Cos pés na terra, de su encuentro con un hombre marroquí que hasta hace pocas semanas vivió en una de las estructuras instaladas en la cubierta del centro cívico y la biblioteca de Los Rosales. «Le pregunté si quería que llamara a una ambulancia y me contestó que no, que lo estaban agrediendo todos los días. Chavales del barrio rodeaban la caseta para asustarlo, lo insultaban, tiraban piedras a la estructura metálica y le daban patadas. Moro de mierda, vete a tu país, le gritaban. Volví a la tienda, cogí frutos secos y se los llevé. Otros días le acerqué comida caliente y sé que algunos vecinos también lo ayudaron. Le dieron la opción de buscar una plaza en un centro, pero él dijo que le costaba adaptarse, que era alcohólico y que prefería estar solo. Era súper educado, amabilísimo, bastante culto. Aquel día yo llegué llorando a casa», explica Laura.

Este hombre sin hogar, cuya presencia suscitó tanto la compasión como las quejas de los vecinos, se refugió en uno de las cuatro construcciones de aluminio de colores que cubren las rejillas de ventilación del centro cívico y la biblioteca, en medio del jardín de la plaza. A través de los respiraderos, que hacen las veces de suelo, se ven en el fondo las salas de lectura y actividades del equipamiento y los patios. 

Riesgo en el parque

«Todo esto lo colocaron hace años para proteger las rejillas y que los chavales no arrojaran cosas al fondo, pero con todo lo que se puede hacer la solución aquí no pudo ser peor», estima Chema Freire, un arquitecto que vive en uno de los edificios de la parte alta de la plaza Elíptica y en los últimos años ha asistido a la degradación de la zona, integrada en el parque. 

En la caseta verde donde vivió el emigrante marroquí crece un chopo de dos metros de altura. Bolsas de desperdicios, botellas de cristal y ropa abandonada cubren la rejilla. Por todos lados, alrededor de las cuatro casetas, cortantes varillas de aluminio desprendidas de los quioscos. «Esto es un parque, hay niños, el problema es más serio de lo que pueda parecer», alerta Chema Freire. Y apostilla Laura Naveira: «No puede estar así, pero fueron los propios chavales quienes la destrozaron, no los sintecho».