
Han pasado ya setenta años desde que el guerrillero antifranquista gallego Benigno Andrade García, o Foucellas fue ejecutado el 7 de agosto de 1952 en A Coruña. Tenía entonces 43 años de edad y llevaba dieciséis como activo antifranquista con muchas actuaciones discutibles y discutidas que desbordaron el marco político-militar posterior a la Guerra Civil. Él fue uno de los perseguidos que ofreció una resistencia más tenaz, aunque no siempre fructífera.
De hecho, fue su leyenda la que extendió su fama de duro combatiente y de peligroso adversario. Quizá porque fue su propio sobrenombre de O Foucellas, nacido no lugar de As Foucellas, parroquia de Cabrui (Mesía, A Coruña), el que contribuyó a extender su leyenda de valiente y temible adversario. Admirado por su probado valor, fue también rechazado por su ocasional crueldad desde su supuesta o real superioridad de fugitivo armado. Así se fue convirtiendo en un objetivo preferente de la Guardia Civil, que concentró en él su persecución.
El 26 de junio de 1952 se celebró en A Coruña el consejo de guerra contra Foucellas. Entró en la sala apoyado en un bastón y en una muleta. Tenía entonces 43 años. Y les dijo a sus familiares: «Me parece que todo esto ya está decidido. Yo de aquí no salgo con vida».
El fiscal explicó que «las tragedias griegas quedan pálidas ante lo que se ventila aquí», unos hechos reales que consideraba integrados en «una espantosa cadena de delitos que llenaban páginas funestas en la historia de la sociedad». Concluyó su intervención con la petición de dos penas de muerte.
Foucellas, hombre de personalidad atractiva y simpática (excepto para sus víctimas, claro) fue ejecutado el 7 de agosto de 1952. Sus hijos Pepiña (a quien pude entrevistar en Alicante unos treinta años después) y Sergio lo acompañaron hasta su ejecución, a cargo del verdugo profesional Mariano, que le explicó a Foucellas cómo podía suceder todo de un modo menos doloroso pero igualmente letal. Su cadáver fue trasladado al Cementerio de San Amaro, nicho 312, y posteriormente depositado en una fosa común. Detrás de él quedó la verdad y la leyenda de un heterodoxo guerrillero antifranquista, cuya memoria aún perdura.