Rosa María Salamanca: «La calle Real ha cambiado, ahora hay más bocadillos que pañuelos de seda»
A CORUÑA CIUDAD
Joyería Salamanca se muda a la calle Álvaro Cebreiro tras 83 años
25 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.No quedan muchos negocios en la ciudad que puedan presumir de 83 años de historia ininterrumpida y exitosa, como es el caso de Joyería Salamanca. La casa, fundada en 1940 en plena calle Real, es parte indiscutible de la historia comercial de A Coruña. Y, sabedores de que todavía les queda mucha historia por escribir, trasladan su establecimiento al 8-10 de la calle Álvaro Cebreiro, a escasos metros del anterior. Una decisión, la del traslado, que tardó en tomarse pero que otorga a la veterana joyería una nueva juventud. Como la que luce Rosa María Salamanca Acevedo (Palencia, 1938), propietaria de la joyería que, a pesar de la edad, asiste cada día a recibir a sus clientes, a los que considera, después de tantos años, más bien amigos.
—¿Por qué cambian de domicilio tras más de ochenta años en la calle Real?
—Todo obedece a la ilusión que tuvo siempre mi hijo Carlos, que falleció, de que nos viniéramos a este local. Se llevaba muy bien con todos los comercios de esta calle, y aquí lo adoraban. Además, en la calle Real estábamos alquilados, aunque en su momento lo intentamos comprar. Y hay que tener en cuenta que era un local que gustaba mucho, pero realmente era un portal. Todo era muy incómodo: mete mostradores, saca mostradores, por las rejas, saca las rejas...
—El cambio ha merecido la pena, han ganado en espacio, luminosidad... Pero manteniendo la personalidad de una joyería clásica.
—Nunca es fácil enfrentarse a un cambio como este. Tuvimos que luchar, porque no todo fue rodado desde el principio. Queríamos mantener un estilo clásico. A mí no me gustan las joyerías que tienen un despacho aquí y otro allí, que son más frías. A mí me gusta que sea algo familiar, que los clientes se sientan en casa.
—Usted lo de la joyería lo lleva en la sangre.
—Ya mi abuelo tenía una joyería con el mismo nombre, hasta con el mismo logotipo, en Palencia. Y uno de sus hijos se quedó en Palencia, otro se fue a Santander y abrió otra joyería también con el mismo nombre y tipografía, y mi padre, aquí, a la calle Real. Estuvo dudando si coger un local en Bilbao, en la calle del Correo, o en Sevilla, en la calle Sierpes. Y al final salió este de la calle Real el primero. Que si no, igual andaba yo ahora bailando sevillanas.
—Y para colmo, su familia política, también del gremio.
—Nunca me ha rodeado nada que no fueran joyeros. Mi padre, mi abuelo, mis tíos, mis primos, mi suegro, mis cuñados... Todos joyeros. Y a mí siempre me apasionó. Estudiaba en la Compañía de María y no me dejaban venir hasta el centro, pero me escapaba para ver muestrarios cuando tenía 13 años. Nunca fui muy estudiosa, pero tenía esta vocación. Bueno, y la carrera de piano, que la hice completita, porque quería dar conciertos. Y ahora los doy desde el mostrador.
—¿Cómo fue el desembarco de los Salamanca en A Coruña?
—Empezaron poco a poco y en una época muy complicada. Acababa de terminar la Guerra Civil y en Palencia eran muy conocidos, pero nadie tenía referencias de la joyería Salamanca en A Coruña. Así que tuvieron mucho mérito, todo a base de esfuerzo y buen hacer. Mi padre siempre decía: «Hasta aquí llegué, no quiero ser más joyero». Tenía claro hasta dónde podía llegar, cuál era el terreno que dominaba. Eso es algo que tuvo siempre muy claro y así me lo enseñó, como yo se lo he transmitido a mis hijos y a todos los que han trabajado en la joyería. Rectitud y honradez ante todo. Es simplemente hacer las cosas bien, porque no sabemos hacerlas de otra manera.
—¿Es ese el secreto para tener 83 años de historia en el comercio de la ciudad? Y los que quedan por delante...
—Bueno, yo hablo de lo que me queda a mí, mis hijos que hagan lo que quieran. Yo no condiciono a nadie. Lo primero es vivir. Pero bueno, a todo esto tienes que sumarle conocimiento. Saber lo que tienes en las manos. No enseñar un catálogo del que no sabes de qué calidad es el brillante. Eso y tratar lo mejor que podamos al cliente y abrirnos a nuestros colegas, que tenemos muchos y muy cerca. Esa es la manera de durar tantos años.
—Forman parte fundamental de la historia de la calle comercial por excelencia de la ciudad.
—La calle Real era una preciosidad. Recuerdo ir a ver zapatos a los escaparates, que era mi gran ilusión de joven. Había unos comercios magníficos, como el Bazar Moya, que eran como hermanos míos. Ahora la cosa es, digamos, diferente. Hay más bocadillos y empanadillas, que está muy bien, pero menos pañoletas de seda natural. Me gustaba más lo de antes.
«Me encanta el diseño de joyería, estar al día de lo que llevan las jovencitas»
Las bondades de la joyería Salamanca han traspasado las fronteras de la ciudad gracias a embajadoras como la soprano Ainhoa Arteta, que quedó maravillada con las perlas de este establecimiento en una visita, lo que hizo público en sus redes sociales: «Mantuvimos la relación y nos encargó varias cosas», admite Rosa María Salamanca con una sonrisa discreta.
—La suya es una joyería clásica.
—Sí, pero me encanta el diseño de joyería y estar al día de lo que llevan las jovencitas. Ahora no le puedes dar un cordón gordo a ninguna, pero en dos meses, si salen las influencers con ellos, se ponen otra vez de moda. Esto es así, cambia rapidísimo.
—Una duda que me asalta: ¿por qué no tienen relojes?
—Bueno, los hay, pero no expuestos. Hay una historia ahí. Mi familia fue siempre de relojeros. Mi abuelo empezó arreglando relojes de iglesias y ayuntamientos y cuando abrió su joyería siguió ejerciendo. Mi padre heredó el oficio, pero me quedó marcado un problema que tuvo con un reloj que le había traído un cliente. Quedó tan disgustado que juré que el día que faltase mi padre dejaría los relojes a un lado. Y así fue.
—Habla del equipo que tiene en la joyería con especial cariño.
—Puede sonar exagerado, pero son como mis segundos hijos. Recuerdo a Manolo Carro, que estuvo con nosotros 51 años. Entró siendo apenas un niño y estuvo en la joyería hasta que se jubiló. Bueno, menos el tiempo que le dedicaba al Deportivo, que era un fanático. Tenía una memoria prodigiosa, se acordaba de todo lo que había vendido a cada cliente. Y sigo teniendo un equipo fantástico. ¡Que ya quisiera que me durara mucho más, porque alguno va cumpliendo años ya!