Manuel Cancela: «Cos taxis iamos de piratas á Coruña e Tráfico multábanos de cando en vez»

A CORUÑA CIUDAD

PERSONAS CON HISTORIA | El empresario del transporte ejerce desde hace años de cantante con notable éxito
02 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Indo para Madrid, pasando por Guadarrama había fincas de touros e toquei a bocina da vaca que levaba no autobús e empezaron a vir todos». Pasando por Bembibre la broma no acabó tan bien porque una mujer que llevaba una sella en la cabeza se asustó tanto que se derramó el agua, Dice que se arrepintió enseguida. Manuel Cancela Sande (Coristanco, 1938) tiene un gran sentido del humor. Lo mismo voceaba desde el altavoz colocado en el techo del bus «vota o cachapanda» que recorría Portugal con una estrafalaria peluca. En sus años de conductor parece que no hubo un viaje aburrido y eso que hizo decenas de ellos en los que llevó a centenares de personas desde jugadores del Xiria o del Bergantiños hasta compañeros coralistas pasando por trabajadores de Meirama o escolares de A Coruña o Carballo.
Nació en Vilarvello y tuvo nueve hermanos de los que dos murieron siendo niños. Su padre se dedicaba a la labranza y también a traficar con wolframio. Hacía de intermediario. Se lo compraba a los mineros y se lo vendía a Jacinto Amigo Lema, que fue alcalde de Carballo.
Se fue al seminario de Santiago cuando todavía no había cumplido los 10 años. «Fun moi novo, non tiña sentido aínda», explica. Desde muy pequeño era monaguillo en la iglesia de San Paio, con el cura Antonio Cantelar. De la parroquia se fueron a Compostela cuatro chicos. La mitad acabaron siendo sacerdotes.
Estuvo más de tres años, pero «non daba a talla», dice, por lo que como le gustaban los coches terminó empleándose como aprendiz en los talleres Méndez, que estaban en la calle Vázquez de Parga, a la altura de la que hoy es la calle Reus.
De allí fue para la empresa de transportes de su cuñado, que era de Agualada. Con él y con su sobrino Jesús Álvarez Cancela recorrió buena parte de España. En muchas ocasiones llevaban alubias y traían aceite u otros productos. Como las protecciones de los camiones eran malas algunas partidas se estropeaban.
Después de esto compró un taxi. El primero fue un Seat 1.400 azul, «moi bonito». «Cos taxis iamos de piratas á Coruña e a Garda Civil multábanos de cando en vez». Recogían 3 o 4 viajeros en Carballo y los llevaban a la ciudad herculina, a la parada que había habilitada en la calle San Andrés, frente a la plaza de Santa Catalina. A cada uno de los viajeros les cobraban una parte, una especie de billete, algo que era ilegal, por lo que cuando los pillaban en la carretera les imponían una sanción diez veces mayor que el precio de cada traslado. A pesar de eso les salía rentable. «Faciamos tres ou catro viaxes no día», explica. Muchos eran para ir al médico, pero también para realizar compras. El taxi era mucho más rápido que el autobús y con este sistema no salía mucho más caro.
Después se compró una furgoneta con la que iba por ferias vendiendo los jerséis de punto que tejía su esposa Lola. Iban a Arou, Malpica, A Picota, Cee...
Después ya vino el microbús y empezó a trabajar para los colegios. Primero, con el Fogar, que entonces era el Francisco Franco y traía a escolares desde A Rabadeira. Pasó más tarde al autobús y allí empezó de nuevo a recorrer Galicia y España llevando al Xiria y al Bergantiños, pero también a los trabajadores de Meirama. Por ellos en más de una ocasión acabó regulando el tráfico en el puente del Pasaje, en A Coruña. Cuando se jubiló, a los 63 años, todavía hacía rutas del Víctor López Seoane, un centro educativo coruñés.
«Despois de xubilarme xa me puiden dedicar ao canto de pleno»
Manuel Cancela dejó los autobuses a los 63 años. Esa jubilación anticipada que le permitió entonces el Ministerio de Transportes supuso la entrega de su carné profesional, para evitar cualquier tentación de seguir con la actividad. «Despois xa me puiden dedicar ao canto de pleno», explica.
Ya tenía esa afición de niño, cuando monaguillo, en San Paio y en latín, y en el seminario llegó a estar en la escuela de cantores. Fue de los primeros en la Coral Polifónica de Bergantiños, pero la dejó para ir al Coro Aires de Bergantiños, en el que estuvo desde los primeros pasos de la formación.
Desde que dejó de trabajar va de solista. Lo mismo canta en un funeral que en una fiesta. También para bodas y bautizos. En octubre cantó en la parroquia del Pilar de A Coruña y ayer tenía la misa de Difuntos en el cementerio. Hoy le esperan en la iglesia que hay en la Alameda en Santiago, pero antes tendrá que estar en Berdillo y por la mañana en la iglesia parroquial de Carballo. Días como el de hoy o el de ayer son de mucho ajetreo para un profesional como él.
Tener mucho trabajo no significa ganar mucho dinero. Está dado de alta, por lo que Hacienda se lleva parte de sus ganancias y el alto precio del gasóleo hace que no le compensen demasiado los desplazamientos, pero una actuación cercana compensa por otra lejana y, sobre todo hay que tener en cuenta que le encanta cantar.
Hace más de 30 años que se ocupa de la megafonía de la misa en el cementerio, pero también pone los medios sonoros en Semana Santa y A Milagrosa, donde el párroco demande su ayuda. Ayer no fue diferente.