La vida en un «senior living» de A Coruña: «No quería meterme en la vida de mis hijos, quería mantener mi independencia»
A CORUÑA CIUDAD








Mayores de entre 65 y 102 años viven en una comunidad con apartamentos independientes y zonas comunes, además de servicios como actividades como pilates, memoria, labores o talleres con perros
26 sep 2024 . Actualizado a las 11:21 h.Personas de 65 años en adelante viven de forma independiente en una comunidad sénior situada en el barrio de Matogrande, en A Coruña. «Tenemos 119 apartamentos. Están todos llenos, los últimos dos los acabamos de reservar. Ya existían las instalaciones, pero ahora hemos cambiado el concepto a un senior living, una comunidad para mayores. Persigue mantener su independencia, pero con una serie de ayudas que no tendrían en un edificio normal», apunta Lucía Ramos, coordinadora del espacio bautizado como Casa dos Bardos, que añade que el residente de más edad tiene 102 años.
Cada apartamento cuenta con alarma de incendios e inundaciones. Además, Lucía está desde las 9.00 a las 18.00 horas de lunes a viernes en el centro, que dispone de una llave maestra para poder acceder a las viviendas en caso de emergencia. La coordinadora también organiza excursiones y actividades comunes para los residentes, como pilates, memoria, labores o un taller con animales, como el que hicieron este miércoles de la mano de Canquerer y los perros Arturo y Suko. «Son buenísimos», apunta Patricia López Pérez, de 66 años. En su caso conoció los apartamentos por un sobrino. «Soy de Ferrol y no tengo hijos. Mi hermano vive en Badajoz y mi otra hermana falleció. Mis sobrinos residen en A Coruña y por eso me dijeron que me mudase aquí y estoy encantada», dice la mujer, que dentro de poco cumplirá un año en el centro.
Jornadas de bingo
Además de las actividades organizadas por la coordinadora del espacio, los residentes hacen otras por su cuenta en las salas comunes. «De lunes a viernes quedamos a las ocho de la tarde para jugar al bingo», dice Carmen Galán, de 76 años. «Vivo aquí desde hace dos años voluntariamente. Vivía con mi hija, su marido y mis nietos en una casa con tres pisos y escaleras de caracol. Cada vez que subía, me las tragaba. Me hice daño en la rodilla, que me quedó tocada, y me di cuenta de que tenía que cambiar. Mi hija me dijo que no me preocupase, que iban a buscar otra vivienda para mudarnos todos y le dije que no. Ya había investigado por mi cuenta este sitio y estoy muy feliz», dice Carmen, a la que sus compañeras consideran la jefa del bingo —en el que apuestan diez céntimos cada vez que juegan —.
Igual que ella, María Jesús Zas Rey, de 76 años, decidió instalarse en los apartamentos hace poco. «Me mudé el pasado mayo. Los conocí por mi hija, tengo cuatro, tres varones y una mujer. No quería meterme en la vida de ninguno de ellos ni de sus matrimonios, pero tampoco ir a una residencia y por eso decidí mudarme aquí, ya que quería mantener mi independencia. Estoy encantada», dice la mujer a la que la vida le cambió hace tres años. «Mi marido falleció de cáncer de pulmón. Fue muy duro. Pasó la enfermedad en casa y todo me recordaba a él». Para ella es fundamental la libertad que tiene viviendo en Casa dos Bardos. «Estoy a mi aire y los fines de semana voy a ver a mi familia o vienen ellos. Me llaman todos los días», dice María Jesús, que al igual que Carmen dedicó su vida profesional a la costura.
En los apartamentos también hay mayores que viven acompañados. Es el caso de Violeta García, de 67 años. «Vivo con mi hijo de 51. Trabajé 35 años como empleada doméstica, pero claro, coticé solo 9. Me caí durante un trabajo, me dieron la baja, pero finalmente me concedieron la incapacidad. Con mi paga no podría pagar un alquiler ordinario. Por eso, entre mi pensión y con lo que gana mi hijo, podemos afrontar los gastos de esta vivienda», indica Violeta, a la que ayuda en su día a día una auxiliar. «De cintura para abajo tengo poca movilidad, entonces para limpiar, cocinar y esas cosas», indica la mujer, que dice que no le gustaría irse a una residencia.
También cuenta con apoyo para la limpieza Catalina Lojacono, de 86 años, que nació en Argentina. «Me mudé aquí con 37 con mi marido, que era gallego. Él ya falleció y yo no podía seguir viviendo en mi piso, en Arteixo, porque no tiene ascensor», dice la mujer que sufre un problema en las rodillas por lo que precisa ayuda para caminar. «Antes iba con bastón, pero me daba miedo caerme. Desde que mi hijo me compró un andador me anima a salir y a hacer la compra», dice.
Visitas libres
El resto cocinan y limpian por su cuenta, incluso una de las más mayores, Marisol Fontela, de 90 años. «Llevo 22 años en el apartamento, vine poco después de su creación. Ahora tienen otro concepto y ha venido mucha gente nueva», expresa la mujer, que no tiene hijos. «Tuve mis novios, pero nunca me casé», añade Marisol, de la que sus compañeras dicen «era guapísima». La mujer dedicó su vida profesional a regentar un alojamiento. Entre sus actividades favoritas está la de memoria, en lo que todas coinciden es lo más importante para envejecer bien. «El día que fallé la mente, se acabó todo», dice María Jesús. De momento en su cabeza están las próximas fiestas que celebrarán juntas: su cumpleaños y, luego, el de Marisol.