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La carballesa Sandra Aldao: La historia de cómo me libré de una secta

Sandra Aldao

A CORUÑA CIUDAD

ANA GARCÍA

En primera persona | Me sentía prisionera, no querían que me fuese y temía que su intención fuese a secuestrarme o a saber, escribe la profesora, investigadora y autora del libro «La ruta de Eulogio»

20 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Gracias a la Semana de la Familia organizada por la parroquia, en la que la riojana experta en sectas Pilar Salarrullana explicó el funcionamiento, la captación del adepto, el hermetismo, la ruptura con la sociedad o el organigrama piramidal de estas organizaciones… me libré de ser captada por una de ellas.

Me había llamado una compañera porque su hermano quería hablar conmigo, y ella suponía que sería porque, como teníamos empresas, querría venderme algo su cuñada. Acepté, imaginando que sería viajante.

Fijamos el encuentro un domingo, en un bar poco concurrido, y me dijo que le reconocería porque iría con maletín. Pero venía acompañado. No sospeché: era el hermano de mi amiga, un policía local próximo a A Coruña. Tras las presentaciones, quien hablaba era el otro y me indicó que, para más comodidad, era mejor ir a su casa, allí cerca. Me extrañó, pero me habían dicho que para ver los productos era preciso, porque allí no los tenían.

Accedí porque sabía que era funcionario del Ayuntamiento. Abrió su esposa, y me sentí invadida por productos y pegatinas con el nombre de la secta. La más llamativa: «Ahora a por diamante». Dijeron que yo les resultaba interesante por los contactos que pudiese tener. Adquiriendo productos y captando clientes, podría ascender, mis finanzas mejorarían, podría viajar gratis a casa de otros integrantes del grupo… Me dijeron que había niveles y el objetivo final: alcanzar el diamante.

Mi cabeza estaba bombardeada, pero conservaba un hilo de cordura. Me sentía prisionera, porque pese a insistirles que se me hacía tarde, no querían que me fuese sin asegurar mi incorporación. Temía que su intención fuese secuestrarme o a saber. Me ofrecieron una cinta de casete para que la escuchase, pero me advirtieron que cuidase que nadie la oyese. Luego, supe que su contenido estaba elaborado por el líder, un hombre altamente persuasivo que dejaba desvalido de su autonomía a quien la escuchase completa, sin haber sido prevenido.

25.000 pesetas

Y la guinda fue cuando me invitaron a una convención de los miembros en Salamanca, para la que debía abonar 25.000 pesetas por asistir. Iban a mostrarme algo que tenían en otra habitación y aproveché ese descuido para huir. Por suerte, la puerta no estaba cerrada con llave.

Había sido en mayo. Creí que quedaría en mera anécdota, pero el funcionario empezó a vigilarme. Temería que yo descubriese algo, aunque ellos no se ocultaban. Sus coches llevaban el famoso adhesivo del grupo y recordaba haber visto su publicidad en las vallas de la cancha del Barça, en un partido de baloncesto.

El funcionario era omnipresente, hasta me había cuestionado si ya no trabajaría. Realmente le temía. Estando un día en la ducha, sonó el teléfono. Estaba sola en casa y ante la insistencia del llamador, respondí. Me dijo que sabía que acababa de quitarme del baño, que daba al patio. Pensaba si me habrían puesto cámaras. No dije nada, por el nudo en la garganta. Prosiguió diciendo saber con qué bancos trabajábamos y más cosas que indicaban que me hacían un exhaustivo control. Me sentía amenazada, agobiada y angustiada sin saber qué hacer.

Tomé la determinación de hablar con el cura para que me pusiese en contacto con la investigadora. Percibí que no daba crédito a lo que le contaba, porque él sabía los chismes del pueblo, y de eso no había oído.

Pilar escuchó mi experiencia y dijo estar sorprendida por la rápida expansión del grupo. Lo tenían ubicado en Cataluña, pero como incipiente; aunque era evidente que habían progresado más que sus investigaciones y que respondían plenamente a un comportamiento sectario. Me pidió la cinta y se la hice llegar por correo. Me advirtió que fuese muy cauta y que, si me volvían a intimidar, los amenazase con que sabía lo que realmente eran y que los denunciaría, asesorada por ella: nombrarla sería determinante porque sabían de su dedicación.

En un velatorio en una casa bastante alejada, me sorprendí al ver presentando las condolencias al funcionario. No entendía la conexión con la familia, pero enseguida se despejaron mis dudas: la nieta estaba metida en el tema. Aprovechando que lo había visto hablar con ella, decidí que era hora de irme, pero alguien me interceptó y demoramos más de lo previsto.

Hasta hoy

Cuando salimos, me había olvidado del individuo, pero, en un metido de la carretera, había un 600 parado con la luz interior encendida. Llegando a su altura, se abrió la puerta y salió un hombre, que se paró delante de mi coche. Lo reconocí al instante, y de no ser porque estaba acompañada, me hubiese dado un síncope. Me envalentoné y lo encaré, advirtiéndole de todo lo que Pilar me había dicho y que, entonces, estaba en disposiciones de presentar denuncia por amenazas y acoso. No articuló palabra. Se metió en su auto y hasta hoy.

DNI

Sandra Aldao Pereira

De Carballo, Sandra es docente e investigadora. Se formó en Magisterio por la rama de la filología (UDC), en Filología Hispánica (USC), en Teología (Comillas) y en Ciencias Religiosas (Salamanca). Desde hace veintiséis años es profesora de Educación Secundaria en el colegio Alcalde Xosé Pichel de Coristanco y recientemente publicó el libro La ruta de Eulogio con el resultado de su investigación sobre el asesinato de Eulogio Suárez Rodríguez, a principios del siglo pasado en A Laracha. Anteriormente también se aventuró con la publicación de una traducción, O segredo na muller, y también fue ponente en un simposio internacional.