
Acaba de publicar el libro Santos Coruñeses, que conmemora los 50 años de la llegada de los primeros misioneros de esta congregación a A Coruña
26 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Hace cincuenta años llegaron a A Coruña los primeros misioneros norteamericanos de la Iglesia de Jesucristo, más conocidos como mormones. Se llamaban Brent D. Ellworth y Thomas Bullen. Con motivo de este aniversario, uno de los miembros de esta congregación, Fuco Rei (A Coruña, 1962), fotógrafo profesional, acaba de publicar el libro Santos coruñeses. Cincuenta años del Evangelio Restaurado en A Coruña.
—Aquellos dos chicos pasaron muchas vicisitudes en la ciudad.
—Llegaron el 30 de diciembre de 1974 a A Coruña, y estaban completamente solos, dos chicos americanos que hablaban poco español, que tenían que buscarse una pensión... Pero siempre destacaron que en aquella época la gente era muy amable cuando descubrían que eran extranjeros, los recibían con cariño aunque no tuviesen interés en la religión.
—En ocasiones, estos y los que les siguieron tuvieron problemas con la policía.
—Siempre llevaban consigo un pequeño panfleto que resumía la Ley de Libertad Religiosa. ¿Por qué? Porque la policía los detenía e incluso les decomisaba el material que repartían porque provocaban aglomeraciones en la calle. Más de una vez tuvieron que llamar a los servicios jurídicos de la Iglesia para que los sacara de la cárcel. Incluso una vez fueron agredidos por un policía, llevados a un calabozo y yo mismo fui a recogerlos.
—¿Cuál es la situación actual?
—Tenemos un edificio muy vistoso en As Xubias, nos reunimos cerca de 200 personas todos los domingos, hacemos actividades muy variadas. Todos velamos por todos, cualquier mayor de 12 años se involucra en el cuidado de otros miembros de la congregación. Nos abstenemos de comer un día al mes y lo que ahorramos en esa comida lo destinamos a las personas con necesidad. Ahora tenemos tres misioneros coruñeses en Suiza, Valencia y la isla de Man.
—¿Cómo se definen ante el resto de congregaciones?
—Creemos en ser honrados, verídicos, castos, benevolentes, virtuosos y en hacer el bien a todos los hombres. Podemos decir que seguimos la admonición de Pablo: Todo lo creemos, todo lo esperamos; hemos sufrido muchas cosas, y esperamos poder sufrir todas las cosas. Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos.