Javier Mosquera: «En Casa Cuenca estamos pensando en cortarnos la coleta»
CORUÑESES
El copropietario del histórico ultramarinos y nuevo presidente de la Zona Obelisco lanza un envite a quien quiera continuar el negocio, al que ayudarían, y advierte que alejar los buses de Panaderas «es un palo al comercio»
28 oct 2019 . Actualizado a las 11:34 h.El paisaje es imponente. Lacones de A Fonsagrada y chorizos de Lalín, Sarria o Vilalba cuelgan de las estanterías del local. «Aunque llevamos muchos años, todos los días aprendes cosas nuevas. Hoy la gente está muy informada gracias al doctor Google. El cliente sabe lo que quiere y valora el servicio y el trato personalizado. Por eso, además de porque soy larpeiro, me gusta probar todo antes de ponerlo a la venta», destaca Francisco Javier Mosquera Vázquez. Lleva casi medio siglo detrás del mostrador de Casa Cuenca, una de las tiendas de siempre de la ciudad. De esas que nunca deberían desaparecer. «Pues no hay relevo generacional. Estamos pensando en cortarnos la coleta. Aunque nos gustaría que hubiese continuidad en el negocio y estamos dispuestos a ayudar y a asesorar al que esté dispuesto a tomar las riendas», reconoce Javier. Fueron sus tíos, Juan y Alicia, que no tuvieron hijos, los que en 1953 se hicieron con el establecimiento, fundado en 1947 por Alonso Casacuenca (de ahí el nombre). 66 años después, Javier y su primo Kiko son los que cortan el bacalao.
Presidente de Zona Obelisco
Con la jubilación en el horizonte, Javier acaba de adquirir otro compromiso. «Rosa y Belén, que son las que llevan la asociación, me dijeron que tenía que ser presidente. Yo llevó mucho tiempo vinculado a la Zona Comercial Obelisco y creo que le hace falta un impulso. Bajamos a una cifra de 102 asociados cuando en su día fuimos 200», reflexiona en el Sport Café, de Pontejos, a pocos metros de su tienda-templo. «Hay que apostar por buses más pequeños y ágiles en el centro. Fíjate, desde el número 72 de la calle San Andrés hasta San Roque no pasa un bus. Que no pare en Panaderas es un palo. Esperamos que esta corporación remedie esta situación», afirma contundente Javier, que tiene pensado, entre otras acciones, poner en marcha una campaña agresiva que incluya sorteo de patinetes eléctricos para fomentar el comercio de la zona.
Fútbol y natación
Tiene 65 años y dos hijos de 34 y 30 años. El mayor es delegado de una empresa y la pequeña es fisioterapeuta. «Tengo una nieta de 4 años», presume este exalumno de los Maristas al que pusieron a empaquetar azúcar mientras preparaba el Preu. «Nací en la calle Santander, en los Mallos, pero me considero de Monte Alto, donde llevo desde los 9 años y de donde no es cualquiera», apunta sonriente. Siempre le gustó el deporte. Practicarlo y verlo. «Jugando al fútbol me rompí un brazo y, a partir de ahí, mis padres nunca me animaron a que siguiese dándole patadas al balón. También practiqué natación», recuerda Javier, que forma parte del reducido grupo de coruñeses que son aficionados a los toros. «Estoy en la directiva de la Peña Taurina. Acabamos de hacer un viaje a Lisboa para ver el último festejo de la temporada», comenta este taurino y deportivista de siempre al que el 31 de octubre le entregarán la insignia por los 50 años de socio. «Y no voy a estar porque tengo un viaje. De verdad que los siento», lamenta.
El día que atracó un banco
Dice que no le gusta la cebolla y que su comida favorita es el buen jamón, el pulpo y el bacalao en cualquiera de sus preparaciones. «También es de lo que más vendemos en la tienda, además de legumbres, conservas y todo lo necesario para el cocido, que ya empieza la temporada». Dice que lleva el comercio en la sangre y que lo va echar de menos, pero aprovechará la jubilación para ir al Club del Mar y viajar con su mujer. Selecciona para contarme una de mil anécdotas. «Un día nos llamó la policía para que fuésemos a declarar. Habían atracado un banco por la plaza de Lugo y una señora dijo que en Casa Cuenca había oído a los dueños hablar de que el banco estaría atracado a las 12. En realidad nos referíamos a un barco, porque somos provisionistas de buques, pero coincidió el mal oído de la mujer y que justo hubo un atraco», recuerda entre risas, con solera.