
Con la limpieza y la comida servidas, la residencia es la opción habitual, al menos, el primer año de universidad
07 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.En la parte de A Zapateira que ya pertenece al municipio de Culleredo, en su habitación de la residencia universitaria Rialta (con Siglo XXI, la preferida por el alumnado de la UDC), Mariña Lema Blanco pide pizza para cenar rodeada de sus cuatro amigas. El cuarto dispone de los servicios básicos de alojamiento más un baño, un escritorio, un fregadero, una nevera, un televisor «e un microondas que trouxen para preparar as ceas», cuenta esta alumna de Educación Primaria a la que sus padres tuvieron que convencer para que abandonara la idea de vivir en un piso el primer año de universidad. «Dixéronme que para empezar era mellor ir a unha residencia, coñecer xente e ir decatándome dos buses e da cidade toda, porque Cabana [su pueblo] é un sitio moi pequeniño, comparado con Coruña. E a verdade é que agora estou encantadísima aquí».
A Mariña Lema un servicio de limpieza le mantiene la habitación inmaculada y un autobús propio la traslada a la puerta de su facultad en el campus de Elviña, también a los de Oza y A Zapateira, o al centro de la ciudad. Dispone de un régimen de comidas en media pensión con menús muy variados, «aínda que como os oviños e a comida da casa, que nós temos horta, non é». Y por la noche suele ir al gimnasio, a clase de aeróbic, o a la piscina de la residencia, con un bono diario de 2,80 euros. Salvo este plan deportivo, todo lo demás está incluido en los aproximadamente 580 euros mensuales que cuesta su plaza en la residencia.
La moza no tiene queja. Efectivamente, como auguraron sus padres, cuatro meses después de llegar ya ha hecho amigas, y lo que hace un año era un anhelo -vivir en un piso- ahora solo es una posibilidad a decidir entre cinco personas. «As cinco viñemos novas este curso. Conxeniamos moi ben e agora estamos sempre xuntas na habitación. Temos que mirar. Ou marchamos ao piso as cinco xuntas ou quedamos todas aquí, na residencia. Non sei, ao final a residencia é como un piso, pero máis cómodo».
La UDC recibirá en mayo las primeras plazas del futuro alojamiento del Calvo Sotelo
La demanda histórica de una residencia pública para estudiantes universitarios tiene los meses contados. En mayo, después de una espera de años que sumó contratiempos hasta la fase final, la residencia Elvira Bao que la Diputación y la UDC construyen en el edificio del Calvo Sotelo podrá abrir las puertas a sus primeros ocupantes. De las 118 plazas que ofertará a partir de septiembre -todas en habitaciones dobles, salvo dos, que se alojarán en cuartos adaptados-, la UDC recibirá inicialmente 46, mientras no termina la obra en una zona del edificio donde se detectaron problemas estructurales que obligaron a ampliar el presupuesto en 500.000 euros, sobre los 2,5 millones previstos, explicó ayer la vicepresidenta de la Diputación, Goretti Sanmartín, en una visita a la obra acompañada por el rector, Julio Abalde.
El organismo provincial mantiene el centro de FP, la imprenta y la residencia de estudiantes en el edificio y colaborará con la UDC para compartir espacios como el comedor del instituto, que podrá dar servicio a los universitarios.
«Si es compartido, un alquiler de más de 200 euros por persona es caro»
El caso de David Pérez no es normal. Lo dice él mismo. Cuatro años en el mismo piso. «Tuvimos mucha suerte con la casera, que es agradable y maja. Nos trata muy bien, nosotros correspondemos y al revés que la mayoría de los estudiantes, que cada curso andan buscando algo mejor, ya no nos movemos», explica este alumno de 4.º de Sociología, monfortino como dos de los tres compañeros con los que convive en la calle Comercio, en un piso «barato [550 euros, 137,5 euros por persona], espacioso, con la cocina equipada y, si tengo que ponerle un defecto, sin lavaplatos y con el mobiliario antiguo. Pero bien. La señora acaba de ponernos un sofá nuevo, tiene detalles así. Y en agosto, que es el único mes que no alquilamos, podemos dejar las cosas dentro. Nos hace el favor».
Una pizarra en la cocina recuerda los turnos semanales de limpieza de los espacios comunes. Los platos se friegan cada día, salvo exámenes y demás complicaciones. «Una residencia es como un hotel. Un piso es como tu casa. Lo tienes para lo que quieras, para alguien que viene y puede quedarse, para salir por la noche y no depender del autobús. Tiene mucha más disponibilidad». Y después, el coste. «Más de 200 euros al mes por persona, para mí, ya es caro», advierte.