«Nunca me he callado nada ni he pretendido ser lo que no soy», apunta Willy, que con Carreño forman Taburete. A punto de cumplir diez años de trayectoria con el éxito de su parte, en septiembre vendrán a Galicia a actuar en el Recorda Fest de Culleredo
01 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Lo que muchos vieron como una anécdota fugaz de un verano ha terminado por convertirse en uno de los grupos más exitosos del pop español de la última década. Taburete, la banda de Willy Bárcenas y Anchón Carreño, está ahí en la primera fila presentando Matadero 5, su último disco. Será uno de los principales atractivos del Recorda Fest, el nuevo festival que se celebra en Culleredo el 8 y 9 de septiembre. Junto a ellos estarán Iván Ferreiro, Pignoise, Marlon, Mägo de Oz y otros artistas aún por confirmar.
— El festival en el que actuarán en septiembre se define como de «indie-pop comercial». ¿Os veis ahí?
—Indie somos, porque seguimos siendo un grupo independiente que gestionamos todo lo relacionado con la banda. En cuanto a comercial, hemos tenido cierto éxito, aunque no creo que seamos el típico pop-rock, sino que tenemos un sonido que fusiona más con la música latinoamericana. Lo bueno que tiene Taburete es que cabemos en casi cualquier sitio. Podemos ir a un Sonorama y no desentonar para nada. Luego ir a cosas tipo Starlite o más pijillas, por así decirlo, y nos va bien. Y porque no nos han llamado del Viña Rock... Estoy convencido de que ahí podíamos ofrecer un buen espectáculo. Los conciertos son fiestas, diversión, gente con ganas de pasárselo bien y que una banda se lo permita. Y eso es nuestro punto más fuerte, el convertir el concierto en una auténtica fiesta.
—Escuchando su último disco veo que hay influencia de los festivales. Una canción como «Cuando se apaga la luz» parece un himno total.
—Es verdad que no teníamos ese sonido más electrónico y festivalero. También está en esa onda En la discoteca. Teníamos ganas de volver tras el covid con temas de saltar y bailar. Han funcionado muy bien. Cuando se apaga la luz la hemos tocado solo dos o tres veces y te diría que es ya un himno. Es el tema con el que solemos empezar y entra como un tiro. La gente la canta muchísimo, salta y disfruta. Creo que vamos a seguir sacando temas de ese estilo, aunque nuestro disco está lleno de estilos diferentes.
—Como «Nostalgia», con México inyectado en vena. ¿Por qué es tan importante ese país para Taburete?
—Lo hemos hecho importante nosotros. Mucha gente nos preguntaba qué teníamos con México y hasta que fuimos a tocar allí, con nuestro segundo disco, no habíamos estado nunca. Es simplemente por el estilo. Yo escuchaba rancheras desde pequeño. También boleros. Era la música del coche cuando viajaba con mis padres. Y eso ha tenido una influencia grandísima desde el primer disco.
—Participáis en un tema con Omar Montes y La Húngara, artistas que en principio chocan con vosotros.
—Tenemos amigos en común con Omar Montes, y La Húngara es amiga de él. Se le ocurrió hacer un pequeño cameo y creo que ha quedado muy bonito. Es la que más ha dividido al público. Tanto a los fans de Taburete como a los de Omar Montes.
—Sois muy prolíficos en las colaboraciones. ¿Os dicen muchas veces no?
—Nos ha pasado mucho, pero sobre todo antes. Queríamos hacer una colaboración y nos decía prácticamente no todo el mundo. Luego, misteriosamente nos llegaban muchas opciones para colaborar. Tuvimos la suerte de hacerlo con Café Quijano, Hombres G, David Otero, Despistaos... un montón. Es verdad que las que pedíamos no salían. También que algunos nos reconocían que les daba miedo. Al menos eran honestos y nos decían que hacer una canción con nosotros suponía que se hablase de muchas cosas y muchas no son música.
—¿Piensas que, igual que ocurría con Hombres G y El Canto del Loco, hay gente a la que le gusta Taburete, pero no lo reconoce públicamente?
—Yo creo que sí, que hay gente que escucha a Taburete a escondidas. Te das cuenta de que Taburete ha trascendido y ya hay más gente que lo escucha que la que lo dice. Lo vemos en los festivales con un cartel un poco más urbano o en el Sonorama. Anuncian que toca Taburete y es la publicación con más comentarios negativos. «¡Qué asco!», «vendo mi abono»... Luego, cuando sales a cantar está todo el mundo cantando las canciones. Hace mucho ruido lo malo, pero luego la gente se sabe las canciones. Hay algo ahí que no se entiende.
—¿Es un «hate» muy masculino?
—No diría yo eso. Es mixto. Es un hate que no tiene género [risas].
—Dices que como ya te han prejuzgado eso te permite ser libre.
—Sí, respecto a poder hablar de lo que me dé la gana. Hay el que me ha decidido cancelar por quien soy. Luego está el que ha dicho: «Me da exactamente igual quien sea, le escucho». Ahora a los artistas les da mucho miedo contestar a preguntas polémicas, por si pierden una parte de su público. Lo que yo perdería por hacer determinadas declaraciones ya está perdido de antemano. Eso ya me deja una libertad para hablar sin miedo. Nunca me he callado nada, ni he pretendido ser lo que no soy.
—Las primeras noticias que tuvimos en Taburete en Galicia fueron de un concierto en O Grove en el 2016. Se desbordó totalmente.
—Fue en el Náutico. Éramos solo conocidos en Madrid y algo en Barcelona. Allí se agotó todo en cinco minutos. Fue increíble. Se convirtió en una tradición que queremos hacer todos los años el Náutico. Nos lo pasamos tan bien en el concierto como después. Es un concierto que vamos a hacer siempre.
—Entonces ya se generaban esos karaokes colectivos. ¿Cómo te sientes cuando ocurre?
—Muy afortunado. El otro día en el WiZink, por ejemplo, fue tremendo. Ver a casi 16.000 personas que, cada vez que te callas o muestras el micro, contestan en masa, emociona muchísimo. Canciones muy personales como por ejemplo La casa de Dron, que hablaba de mi mejor colega. Verlo ahora ahí coreando es tremendo. Es lo que busca todo grupo.
—Te entrevisté en el 2016. Hablamos de tu padre y acabó siendo el titular. Aquel día me dijiste al final: «La próxima vez que me entrevistes ya no hablaremos de mi padre, ya verás».
—La gente sigue preguntando de vez en cuando, pero cada vez menos. Hay niños que se han encontrado a mi padre andando por la calles, ahora que está en libertad, y le decían: «Oye, ¿tú eres el padre de Willy?» La gente joven ve a mi padre como el padre de Willy. y no a Willy como el hijo de su padre.