La sequía agotó el manantial del que bebía una aldea de Oza dos Ríos y ha llevado a los vecinos a recrear imágenes de hace 40 años y a reavivar conflictos dormidos
24 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.En Mortoares, un pequeño lugar de Oza dos Ríos que no llega a contabilizar una docena de casas habitadas, hace ya tres meses que reciben a diario la visita de una cisterna con seis mil litros de agua. El remolque vacía su contenido en un llamativo depósito azul verano que sustituye al viejo manantial que solía dar servicio a todos los vecinos. El asunto es que el manantial dijo basta en septiembre y, hasta la fecha, no ha llovido lo suficiente como para que haya podido recuperarse.
La sequía ha desenterrado imágenes perdidas desde hace más de 40 años, como el trasiego diario a una fuente para abastecerse de agua para beber -«Como cando éramos nenos», recuerdan en varias casas-, o las enormes potas al fuego calentando agua para bañarse. Las viejas senllas que las mujeres llevaban sobre la cabeza han sido sustituidas por botellas y garrafas de plástico, pero el asunto es el mismo que entonces. «Hai dous anos tamén secou o manantial -explica un vecino-, pero só uns días. Unha cousa como esta non a recordo na miña vida».
El problema de abastecimiento en Mortoares es extremo, aunque por el término municipal de Oza ya se oye hablar a menudo de pozos secos y problemas muy serios para los agricultores. Antonia tiene cinco vacas y dos terneros: «Non é que pasen sede, pero non lle podemos abrir á auga igual que antes», explica. No quiere suspicacias con los vecinos, porque el consumo de su casa, con los animales, tal vez sea el mayor de la aldea. Esa es otra de las consecuencias de la escasez: cuando hay poca agua, las cosas se ven de otra manera. Y reviven viejos conflictos, como el que opone a varios vecinos con una familia que se niega a que una fuente cercana desvíe su caudal al agotado manantial común. Esta pequeña guerra del agua es toda una paradoja en la verde Galicia, que no lo es menos que el lugar de Mortoares, donde los vecinos se quejan de la falta de agua junto a dos hermosos caños de los que mana agua potable y robustas huertas: «Hai moito tempo que non regamos, non se pode. Pero o sitio é abrigado e garda moi ben a humidade», explica una señora.
Tres meses con el agua racionada agotan a cualquiera. Y generan problemas de todo tipo. Un matrimonio que reside en el pueblo añade a la lista de penalidades de la sequía el hecho de que sus hijos, que hasta entonces solían regresar a pasar el fin de semana, han dejado de hacerlo: «Agora só veñen os domingos».