Regístrate gratis y recibe en tu correo las principales noticias del día

Sin bodas no hay huevos, sin huevos no hay dulces

EL PULSO DE LA CIUDAD

MONJAS DE CLAUSURA DE LAS CLARISAS EN EL CONVENTO DE  SANTA BÁRBARA, EN A CORUÑA. EN PRIMER PLANO MARÍA JOSEFÍNA CON SOR INÉS
MONJAS DE CLAUSURA DE LAS CLARISAS EN EL CONVENTO DE SANTA BÁRBARA, EN A CORUÑA. EN PRIMER PLANO MARÍA JOSEFÍNA CON SOR INÉS MARCOS MÍGUEZ

En el convento de clausura de las clarisas de la Ciudad Vieja están sin recursos porque, al no haber bodas, las parejas no les llevan huevos y no pueden elaborar postres

11 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevan toda la vida confinadas. Y son unas expertas en cierre perimetral. Pero esta pandemia también les está pasando factura. Sin bodas no hay huevos. Sin huevos no se hacen postres. Sin dulces para vender no ingresan euros. Y sin dinero no hay manera de arreglar el tejado del convento para que no entre agua. Sin ánimo de ser irreverente, lo del convento de Santa Bárbara es un círculo vicioso. Siempre existió la tradición de llevar huevos a las clarisas para que obrasen milagros meteorológicos en celebraciones importantes. Era habitual ver a parejas que se iban a casar en unos días entregando varias docenas en el torno del histórico edificio. Yo también lo hice y lució un sol espléndido en la boda. Eran huevos de corral hermosos. «Pero ahora nada. De vez en cuando hay una boda, pero... Y tampoco hay turistas, que siempre nos compraban los dulces que elaboramos. No tenemos ventas. Lo peor es que siempre hacemos tartas para repartir con la gente de la Ciudad más necesitada y ahora no podemos», explica María Josefina, una religiosa originaria de Kenia que lleva una década en A Coruña y que hace un llamamiento a los ciudadanos. «Tenemos un servicio de plancha de ropa de cama porque contamos con una máquina industrial. Lavamos y planchamos, pero es algo que también se ha suspendido y los hostales y pensiones tampoco están trabajando. Por eso pedimos ayuda a la gente. En cualquier caso, hay que seguir adelante. La pena total no existe porque tenemos una esperanza, a quién creer», sentencia, Me dice que, por el momento, solo llamaron para vacunar a una de las 18 religiosas que viven en el convento. Y, mientras tanto, «nos dedicamos a la oración. Pedimos para que la gente tenga trabajo y no coja el coronavirus. Es nuestra profesión», asegura.