«Durante las visitas al pazo de Meirás hubo algunos roces entre el público»

Toni Silva SADA / LA VOZ

SADA

Angel Manso

El exconcejal de Sada Míchel Sánchez atendió a 5.000 personas en 6 meses

27 feb 2022 . Actualizado a las 21:50 h.

En un Ayuntamiento se puede trabajar como político de la corporación. O como empleado en alguna de sus áreas. Míchel Sánchez puede dar las dos versiones, algo infrecuente en la realidad municipal. Él formó parte de aquel grupo liderado por Ramón Rodríguez Ares en el Ayuntamiento de Sada y que fue expulsado por el entonces alcalde popular Ernesto Anido. Había fuertes tensiones entre ambos grupos que formaban el gobierno. Por eso el cese de Míchel, de carácter afable y conciliador, fue un daño colateral de aquel episodio de diciembre del 2013.

Hasta aquel día él era el concejal de Promoción Económica y Turismo. Y en este terreno ha regresado de forma periódica al Ayuntamiento de Sada. Su último cometido fue dirigir las visitas del pazo de Meirás durante el segundo semestre del 2021, acompañar a los visitantes y resolver sus dudas. «Y también evitar algún conflicto dialéctico entre el público, podías tener grupos con gente de ideologías encontradas, pero yo siempre lo zanjaba con la misma frase: ‘‘Aquí venimos a disfrutar''», recuerda Sánchez. La sangre nunca llegó al río. «De las 5.000 personas que llevé nunca hubo enfrentamientos, pero sí algunos roces», recuerda Míchel quien, cuando recibió el encargo del Concello de Sada, preparó un discurso «que no fuese hiriente ni deformante para nadie».

Si tuviera la oportunidad de repetir como guía en Meirás en una nueva etapa procuraría abrir más posibilidades que la historia del pazo, Emilia Pardo Bazán o los vestigios franquistas. «Hay una gran riqueza botánica, sería un reclamo para muchos amantes de la naturaleza», indica. En una de las primeras visitas que organizó, un hombre preguntó por el famoso cocotero de Chile, «y se pasó buena parte del tiempo mirándolo y fotografiándolo».

Hora y media

Algo que se repetía con frecuencia eran las caras de agobio o resignación cuando Míchel anunciaba a los grupos que la visita duraría hora y media. «Aquello les contradecía, les parecía mucho tiempo cuando, además, no se podía entrar en el pazo, pero luego la mayoría decía que había pasado rapidísimo», apunta.

Al margen de gallegos, los madrileños coparon los primeros puestos en el listado para visitar el pazo de Meirás, en parte «porque se trata de un turista que viene tradicionalmente a esta parte de la comarca todos los años». De Cataluña, en cambio, el número era casi residual.

Desde noviembre del 2013, cuando pasó a formar parte de la oposición y sin sueldo (su carrera como concejal acabaría con el mandato en mayo del 2015), este licenciado en Geografía e Historia y experto en Patrimonio alternó una sucesión de empleos, alguno como técnico en el Concello de Sada, con la redacción de guías turísticas y el diseño de rutas. Además de Sada pasó por los ayuntamientos de Arteixo, Paderne, Culleredo y ejerció como profesor durante varios meses en un instituto de Lugo.

—¿Qué aprendió de estar en los dos lados de la vida municipal?

—Que la empatía es muy importante para avanzar. El político quiere hacer cosas que no puede, y al técnico le ocurre algo similar. Me ha ayudado a ponerme en la situación del otro.

Pese a los tiempos convulsos de su etapa política, Míchel da por buena la experiencia. «No me arrepiento de nada de lo que hice en la vida, ni siento nostalgia de nada. Solo nostalgia de lo que nunca va a ocurrir», concluye el exconcejal de Sada.