El buzo que rescató el cuerpo del pescador en Sada: «No tengo mérito, lo importante era salvarle la vida y no lo conseguí»

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

SADA

Marcos Míguez

El hombre que sacó al conductor del coche que se cayó al mar en el puerto lamenta que cuando se lanzó «ya era demasiado tarde»

21 sep 2024 . Actualizado a las 22:44 h.

Antón Muiños (Carral, 1993) se mueve con más desparpajo bajo el agua que de paseo por una acera. Es buzo vocacional y profesional. Todas las mañanas se va al puerto de Sada, se echa la bombona a la espalda y se sumerge en el mar para inspeccionar cascos de barcos o granjas de acuicultura. A primera hora de la mañana del jueves se encontraba en los pantalanes deportivos cuando lo llamaron de la Xunta reclamando su ayuda urgente. Un vehículo había caído al mar y solo él podía llegar al fondo y rescatar al hombre que quedó atrapado. Corrió cuanto pudo al tiempo que se iba poniendo el equipo, llegó hasta el coche y empezó a pelear con las ventanillas hasta poder abrir una puerta, meterse dentro y sacar al hombre. Ya había fallecido y eso es lo que a él le destroza. Nada de lo que pasó ahí abajo le quitó el sueño. Lo que se lo quitó fue no poder llegar a tiempo para rescatar a Juan Manuel. «No tengo mérito ninguno. Lo importante era salvarle la vida y no lo conseguí», dijo este jueves con los pies en la tierra.

A Antón Muiños no le gusta que le digan que lo que hizo fue una proeza o que le hablen de su arrojo. «Bucear es lo que hago todos los días y la verdad es que sé moverme muy bien bajo el agua. Es un medio que conozco y sé que mi vida no corre peligro», afirma.

Diga lo que diga, lo que hizo fue una hombrada. Y así ocurrió: Eran las 9 de la mañana cuando Juan Manuel, de 76 años, se subió a su coche después de una madrugada yendo al calamar. Lo tenía aparcado con el morro mirando al mar. Estaba a tres metros. Arrancó y se supone que pensaba que tenía puesta la marcha atrás. Pero tendría la primera. Aceleró y se precipitó.

En la zona había varios pescadores que nada pudieron hacer. En cuestión de segundos se acercaron marineros y trabajadores del puerto. Ninguno tenía equipo para arrojarse al mar. Un funcionario de la Xunta se acordó entonces de Antón Muiños, que estaba en la otra punta del muelle. Lo llamó por teléfono y le contó lo que estaba pasando. «Me puse en camino y llamé a mi compañero que me tuviese preparada la bombona. Cuando llegué ya vi que había mucha gente. Todo el mundo quería ayudar. Un agente de la Guardia Civil me dio un martillo y me tiré. Con cuidado, porque la marea estaba baja y había cuatro metros de altura, por lo que tenía que evitar que la bombona golpease mi cabeza», recuerda. Ya en el agua, buceó hasta el vehículo, que estaba asentado en el fondo. «Luché para romper las ventanillas. Primero, la del piloto. Luego, la del copiloto. Rodee el vehículo e intenté entrar por el maletero. Fue imposible. Luego me dirigí a la puerta trasera. Y abrió sin dificultad. Allí estaba el cuerpo. Lo agarré y lo saqué», cuenta Antón.

Horas después, «se pregunta uno muchas cosas: ¿por qué estaba tan lejos en aquel momento? ¿Por qué no había intentado antes abrir la puerta trasera en lugar de intentar romper las ventanillas? Son cosas que a uno le sobrevuelan la cabeza. Son en esas cosas en las que pienso ahora. Pero ya nada se puede hacer. Solo sé que todos los que allí estábamos, marineros, trabajadores y pescadores, hicimos cuanto pudimos». 

El conductor intentó salir por el maletero, como dicen los expertos en estos casos

Cuando el buzo Antón Muiños logró abrir la puerta trasera del vehículo comprobó que Juan Manuel había intentado salir por el maletero. Los airbags se habían abierto y, aunque ya estaban desinflados, no suponían una barrera insalvable para el conductor. Pero este hizo lo que se recomienda en estos casos. Siempre intentar salir por el maletero. ¿Por qué? Porque cuando un vehículo se va al fondo del mar, el peso del motor hace que sea la parte delantera la que primero se llene de agua, por lo que es imprescindible esperar en la parte trasera del coche a que el agua vaya llenando el interior. En esa zona quedará el último resquicio de oxígeno, según explica Antón Muiños, que aunque fue la primera vez que se vio en un trago como este, sabe cómo se comporta el agua. Sabe que mientras el interior de un vehículo no se llena de agua, es imposible abrir las puertas por la fuerte presión existente. Por tanto, en estas situaciones hay que «estar tranquilo, esperar a que el agua lo inunde todo, abrir una puerta y salir».

Un pescador que conocía al fallecido y que escuchó a Antón, interviene para decir: «Se dice fácil, ya lo sé, pero es lo que hay que hacer. Juanma no lo consiguió».