Maitines entre mastines

Toni silva SOBRADO / LA VOZ

SOBRADO

Toni Silva

Un monje de Sobrado mima los perros del monasterio y duerme con ellos cuando son operados

24 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En una España laica y aconfesional, con presidente del Gobierno que promete el cargo despojado de crucifijo y biblia, dos perros escondidos en Sobrado dos Monxes se han convertido en un anecdótico símbolo de la unión de Iglesia y Estado. Lucas y Pecas, dos mastines del Pirineo, son los nietos de otro can llamado Tello donado hace 15 años por el rey Juan Carlos a los monjes de este monasterio. Buscado o no, aquel regalo escondía otra casualidad: estos perros combinan el blanco y negro en su pelaje, los mismos colores que el hábito de la orden cisterciense.

Xosé Ramón Reiriz, monje en este rincón desde hace 34 años, se encarga de los mastines. De hecho, él es uno de los culpables del curioso donativo del monarca. Lo narra así: «Fue una visita inesperada del rey y la reina (en junio del 2003), nos llamaron con una hora de antelación. Estuvieron aquí toda la tarde, nos preguntaron de qué vivíamos, la vaquería fundamentalmente, y entonces otro hermano y yo le dijimos que queríamos un perro para cuidar las vacas, un perro o un caballo. Es de esas cosas que dices medio en broma, pero el rey se quedó con la copla y en agosto de ese año cuál fue la sorpresa cuando una tarde aparece aquí y dice 'aquí os traigo el regalo'».

El árbol genealógico es sencillo. Tello y Trufa (otra mastín regalada por el juez canino Rafael Malo) tuvieron a Tellita, madre de Lucas y Pecas, hoy con nueve años. A diferencia del patriarca, estos dos perros no han tenido que trabajar. Desde hace años la vaquería del monasterio es explotada por una empresa, y los animales domésticos tienen ahora funciones más bien estéticas.

Pero ello no implica una menor atención, todo lo contrario. Este monje se implica con los mastines como si fueran seres humanos. Como prueba, los 15 días que durmió en un colchón junto a Pecas después de que este fuera operado de un oído. «Había que ver cómo reaccionaba, si sufría alguna crisis...», recuerda Xosé Ramón, a quien esta convivencia ha convertido en un experto de esta espectacular raza canina y que no duda en compartir a través de su visitada cuenta de Facebook (en la foto de perfil posa con Lucas y Pecas).

Desde el 16 de junio ha regresado al mismo colchón para pasar dos semanas. Alba, otro de los cuatro mastines del monasterio, acaba de parir a sus cinco cachorros. «Un animal de 60 kilos puede aplastar a alguna de sus crías durante el sueño». Un incidente que quiere evitar con su propia vigilia y entre los rezos marcados por el horario cisterciense. «A los rezos tengo que acudir, pero es un momento breve y regreso rápido», explica. Además, cuando se ausenta -él es el viceprior- lo releva una amiga, especialista en el cuidado de perros que se desplaza desde A Coruña.

Xosé Ramón nació en Xuño, parroquia de Porto do Son. Dice que es monje de vocación tardía. «Entré aquí con 28 años», después de estudiar en la Escuela de Marina Mercante de A Coruña en 1974. Llevar más de tres decenios en este monasterio no le ha impedido ser testigo de un incidente que inauguraría el debate nacional de la eutanasia: «Yo estaba en la playa de Xuño cuando Ramón Sampedro sufrió el accidente que le dejó tetrapléjico».

-¿Y qué le pareció la película?

-No, no, la película preferí no verla. Ya conocía la historia.