La otra fachada de A Coruña: la ciudad que se perdió con los escaparates de Porvén, El Pote y La Camelia
![Laura García del Valle](https://img.lavdg.com/sc/CWGnqeN6Qcq9Rb-18jC4bQOD_hA=/75x75/perfiles/1516989901047/1622543686348_thumb.jpg)
VIVIR A CORUÑA
![La Camelia, cuando cerró en el 2019](https://img.lavdg.com/sc/ee99tsOh55g7g-E6AyaOAIxrX-c=/480x/2019/09/13/00121568366401387747778/Foto/i13s9015.jpg)
La globalización impone un modelo de ciudad donde las franquicias son las reinas del mambo. El comercio local otorga identidad a las calles, lo saben quienes crecieron frecuentando la mercería Elvira o la juguetería Didó
21 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Antes de que los móviles permitiesen soñar con viajes inalcanzables, restaurantes pitiminí y esos zapatos y bolsos que pasarán de moda en media hora, los escaparates eran la ventana a través de la que asomarse al consumismo. En A Coruña, algunos han sido auténticas señas de identidad de la ciudad, dejando huella en unas generaciones a las que les invade la nostalgia cada vez que pasan por delante de esos negocios que no han superado el paso del tiempo. Hablar de El Pote al cruzar Juan Flórez es sinónimo de estar haciendo cuentas pensando en la jubilación, y las niñas que jugaban a las mamás con bebés de Porvén superan estereotipos cenando en Fábula Café, el restaurante de la calle Alameda que tomó el relevo de la confitería Hildita, el penúltimo bastión de la repostería preindustrial de la urbe.
El comercio local, y por supuesto sus escaparates, también imprimen o imprimían carácter a una ciudad. La dotan de personalidad y algunas calles llegan a ser icónicas solo por la facha de las tiendas que las habitan. La globalización ha impuesto un modelo de ciudad en el que las franquicias son las reinas del mambo, y ese Zara y McDonald's que peinan ahora las esquinas de cualquier ciudad del mundo, en A Coruña fueron un punto de inflexión.
En la calle Torreiro, epicentro en la actualidad de esos locales conocidos como lounge bar, los herculinos conocieron la capacidad de despliegue del gigante Inditex. La fiebre del low cost mareó a muchos coruñeses, que crecieron pensando que la tienda que Zara tenía en esta vía fue la primera que Amancio Ortega abrió en la ciudad. En un puñado de metros se concentraron también Massimo Dutti, Stradivarius y un Bershka que se parecía más a Fabrik que a una tienda de ropa. Todos han pasado a mejor vida. Ocurrió lo mismo con ese McDonald's de la calle Real que caminó para que las cadenas de fast food pudiesen correr. Tras catorce años cerrado y sin inquilino, a este local le está costando volver a arrancar. Su desangelado escaparate ya tiene dueño, el restaurante japonés Toro Sushi, que tenía que haber abierto sus puertas hace casi un año y que, calculan los responsables, se inaugurará por fin en verano.
San Andrés es una de las vías que alberga más negocios centenarios, pero que mantiene un tira y afloja con el reloj. Su remodelación pretende recuperar el espíritu de bulevar de la época en la que Amancio Ortega trabajaba en La Maja, tras años de decadencia que empiezan a ser solo un mal sueño. Son muchos los locales de hostelería que llenan de gentío y ambiente una calle que para más de uno es, simplemente, el referente de lo kitsch. El escaparate de Blanquita, una boutique de novias que aguanta el vaivén de las volátiles modas nupciales, mira a los ojos a La Camelia, esa tienda donde el volante, los claveles y la licra hacían las delicias de tantas niñas —porque este local siempre se entendió en clave femenina— antes de cada función escolar. La muerte de su dueña aceleró su trágico final en el 2019, y aunque nadie ha querido continuar con el negocio, por como luce su escaparate puede que en cualquier momento continúe el baile.
Otros escaparates emblemáticos están hoy en stand by o han cambiado de rumbo para adaptarse a las nuevas realidades. Elvira, o Las Locas, como se apodaba a esta mercería que creó un imperio, tuvo uno de sus centros de operaciones de San Agustín. La tienda servía para un roto y para un descosido... en tiempos en los que Jeff Bezos andaba en pañales. Tras medio siglo surtiendo de botones, lazos y corchetes a media ciudad, colgaba el cartel de liquidación por cierre. Ahora este bajo lo ocupa Lume da Luma, un taller de accesorios sostenibles y artesanía bajo demanda que ha querido mantener algunos de los muebles de la mercería más famosa de A Coruña, con permiso de Otero.
Didó era un paraíso para esos pequeños boomers. Fue una de las primeras jugueterías de la ciudad, y pese a la irrupción de las pantallas y del entretenimiento digital, estas últimas Navidades seguía a tope. Cerró hace tres meses por reformas en su edificio, en Fernández Latorre, y su reapertura es actualmente una incógnita.