Un semidiós cuya figura arrastra multitudes

CULTURA

05 nov 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Fue nombrado faraón a los 9 años de edad, murió a los 19 y 33 siglos después fue despertado de su sueño eterno en el Valle de los Reyes por el británico Howard Carter. El descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922 fue uno de los momentos cumbres de la arqueología; nunca antes se había encontrado una sepultura con todos los sellos intactos -los saqueadores han trabajado duro a lo largo de la historia- y nunca antes se vieron tales riquezas en el interior de una cámara mortuoria.

El cuerpo del faraón niño estaba encajado en varios sarcófagos y su rostro cubierto por una máscara de oro que se ha convertido en un objeto de culto, hasta el punto que Egipto solo ha permitido su salida del país una vez, para la histórica exposición en el Reino Unido de 1972. En aquella muestra, la gente hizo colas de ocho horas para ver la pieza, y para la que se inaugurará el próximo día 15 en Londres -también sobre Tutankamón, pero sin la máscara- ya hay 160.000 entradas vendidas. Tal es la atracción que despierta la figura del semidiós, como era considerado en la Antigüedad.

Tutankamón fue el duodécimo faraón de la XVIII dinastía egipcia. Era yerno del faraón Akenatón, que murió sin dejar hijos varones, por lo que lo sucedieron Semenkera, primero, y Tutankamón, después. Este accedió al trono hacia el 1360 antes de Cristo. Hasta la muerte de su suegro, Tutankamón llevó el nombre de Tutankatón, en honor del dios solar Atón, cuyo culto había impulsado Akenatón con carácter casi monoteísta. El nuevo faraón restableció el culto tradicional y, consiguientemente, el poderío de los sacerdotes de Amón. Pero una caída, probablemente, le causó una gangrena en la pierna y la muerte.