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Muere a los 78 años el dramaturgo Harold Pinter, Nobel en el 2005

Rafael Herrero

CULTURA

Estaba considerado uno de los autores más «originales y perturbadores» de las últimas décadas

26 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El dramaturgo británico Harold Pinter, laureado con el Premio Nobel 2005 de Literatura, falleció este miércoles, día de Nochebuena, a los 78 años a consecuencia de un cáncer de laringe que padecía desde hace años, según anunció ayer su segunda esposa, Antonia Fraser.

Considerado uno de los autores más «originales y perturbadores» de las últimas décadas, Pinter, un luchador nato e inconformista, se caracterizó durante su trayectoria por sus convencidos posicionamientos políticos, que lo llevaron a convertirse en un auténtico azote del entonces primer ministro británico Tony Blair y del presidente estadounidense George Bush por la invasión de Irak, unas críticas demoledoras que no dudó en reiterar durante el mensaje de aceptación del Nobel.

Entre sus obras más reconocidas destacan La fiesta de cumpleaños, El retorno al hogar y El montaplatos , en las que a menudo recurría a la jerga de su barrio, Hackney, ubicado en el este de Londres, donde nació el 10 de octubre de 1930. La Academia Sueca se decantó en el 2005 por este escritor de reconocido prestigio, a quien la crítica estimaba como uno de los creadores más innovadores y significativos del planeta de la literatura británica.

Además de autor teatral, Pinter fue actor, guionista y poeta.

Suyo es, por ejemplo, el texto de la película El sirviente , un inquietante filme de Joseph Losey que se convirtió en icono para las generaciones de los sesenta que frecuentaban las salas de arte y ensayo. La Academia Sueca distinguió a Pinter por «unas obras en las que descubre el precipicio en los balbuceos cotidianos y las fuerzas que entran en la opresión de los espacios cerrados».

Abandono del teatro

Una de las decisiones más sorpresivas de la biografía de Pinter ocurrió en los inicios del 2005, antes de recibir el Nobel, cuando decidió dejar el teatro. «He escrito 29 piezas y creo que son suficientes», arguyó. Aseguró entonces que se centraría en la poesía y en realizar incursiones en la interpretación y la escritura de guiones, sin dejar de lado su ferviente activismo político. De hecho, dos años antes, en el 2003, había publicado una colección de poemas antibelicistas que tituló War (Guerra). Tan solo un año antes le detectaron el cáncer, una circunstancia que le hizo reflexionar sobre aquello por lo que verdaderamente vale la pena luchar.

La conclusión vital que obtuvo de su dolencia fue que, si algo debe desterrarse del mundo, es «la violencia irracional y descontrolada de los seres humanos». Fue muy crítico con la invasión de Irak, pero también con los bombardeos de la OTAN sobre Serbia, y se erigió en un ferviente defensor de los derechos de los kurdos. Fue un hombre y un intelectual que azotó sin piedad todo lo que olía a abuso de poder, procediera de donde fuese, y que no pudo olvidar el estallido de las bombas durante su infancia.

Entre sus obras teatrales cabe destacar El cuidador . Y entre sus guiones, que brillan con luz propia, sobresalen -además de El sirviente -, El último magnate (llevado al cine por Elia Kazan) y La mujer del teniente francés, dirigida en la gran pantalla por Karel Reisz.