Hollywood planta cara a la recesión y recurre al musical en la gala de la academia norteamericana como antídoto contra los malos tiempos económicos
24 feb 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Cuando todo vaya mal ponte a cantar. Con esta premisa se celebró el domingo en Hollywood la 81.ª edición de los Oscar en un evento marcado por la grave crisis económica que estos días sacude al país y que ha dejado tocada de muerte a una industria antes millonaria.
En una gala presentada por el flamante actor australiano Hugh Jackman, el que está considerado como el hombre más sexi del mundo comenzaba su discurso diciendo: «Aunque la academia me ha dicho que no posee dinero para hacer mi número de entrada, he decidido hacerlo de todos modos». Así lo hizo y, durante las tres horas que duró la ceremonia, el protagonista de Australia se atrevió a cantar, a bailar y hasta a sentarse en las rodillas de Beyoncé.
Subido a un escenario que recreaba un antiguo club de jazz y en el que los actores casi podían tocar los escalones con la punta de los pies, Jackman no fue, sin embargo, el único aliciente en una gala en la que por primera vez en la historia los premios a los actores fueron presentados por cinco antiguos ganadores del Oscar.
Este derroche de imaginación contrastó, en cambio, con la sobriedad de una ceremonia más próxima a la lágrima que a la sonrisa y en la que la emoción se impuso a las acostumbradas irreverencias en la mayoría de los discursos, aunque con momentos también para el humor, como cuando el guionista Simon Beaufoy aseguró tras recibir su galardón: «Solo hay tres sitios en los que nunca pensé estar, el Polo Sur, el podio de Miss Universo y este escenario». La mayoría de los premiados prefirieron, sin embargo, la alegría contenida o incluso la reivindicación política. Fue el caso del combativo intérprete Sean Penn, quien, tras coronarse como mejor actor del año por su película, pidió «la legalización del matrimonio homosexual». Otro de sus compañeros de equipo, el escritor Dustin Lance Black, quiso dedicar el premio «a todos los niños homosexuales, para deciros que Dios os ama tal y como sois».
El momento más emotivo de la noche de los Oscar llegó con el nombre del único premiado que no pudo subir a recoger su estatuilla, el fallecido Heath Ledger. Distinguido a título póstumo por su desgarradora interpretación del villano Joker en la película El caballero oscuro , la entereza de su familia al recoger el galardón conseguía arrancar las lágrimas a Angelina Jolie y ponía el broche perfecto a una gala cuyo espíritu quedó plasmado en la emoción de la madre de Ledger: «Nosotros hemos preferido la alegría a la tristeza para este momento».