La actriz japonesa remata su atípica carrera presentando en Venecia «Norwegian Wood», basada en la novela de Haruki Murakami.
03 sep 2010 . Actualizado a las 20:26 h.Con una agitada melena rubia y estrenando su condición de neoyorquina de adopción, Rinko Kikuchi, la actriz japonesa de moda gracias a sus filmes con Isabel Coixet y Alejandro González-Iñárritu, remata su atípica carrera presentando en Venecia Norwegian Wood, basada en la novela de Haruki Murakami.
En el cine pasea por el tormento y es de pocas palabras. En Venecia se reconoció feliz y habló como una metralleta. «Mi vida privada es muy satisfactoria, por eso siento la necesidad de ponerme en papeles tan trágicos, para sentir que aprendo», afirma en una entrevista con medios internacionales.
Naoko, su personaje en Norwegian Wood, se suma a la galería de trágicas que conforman Chieko, la taciturna sordomuda de «Babel» -por la que optó al Óscar- y Ryu, la asesina que se enamora de un vinatero español en pleno Tokio.
«Este personaje es definitivamente otro difícil reto para mí, pero cada tristeza es diferente», reconoce.
De la que le enseñó Coixet se queda con la amistad entre ambas.
«Quería venir a Venecia, pero está en Shanghai y nos vemos cada mes o dos meses. Y lo único que me pregunta cada vez que hablamos es, ¿eres feliz ahora Rinko?», asegura.
De la que le produjo la separación de Guillermo Arriaga y Alejandro González-Iñárritu tras el rodaje de Babel prefiere no pronunciarse. «No podría elegir entre ninguno de los dos», asegura.
Ahora, esta nueva cara del dolor tiene la piel frágil, tensa y tierna. Desde su locura, apela al sentido de complacencia y responsabilidad del protagonista de Norwegian Wood, que en España se publicó comoTokio Blues. Y con su tragedia hila la parte más oscura del libro y del filme.
«Como japonesa necesitaba ser parte de esta adaptación de un libro tan importante para mi país», asegura.
«La escritura de Murakami es bella y poética, y además tiene un profundo conocimiento de la sociedad japonesa. Es emocionante y apasionante. Cada libro suyo contiene un personaje que quiero interpretar», resume.
Su fijación por este papel fue la que le llevó a solicitar audición como una desconocida más y a ir sin maquillar para aparentar la edad del personaje, apenas 20 años.
El director, el vietnamita Anh Hung Tran, autor de cintas como El olor de la papaya verde, acabó sucumbiendo.Este autor se suma a la nada desdeñable lista de talentos internacionales que le han enrolado en sus proyectos.
«No tengo una formación como actriz, así que para mí es importante trabajar con gente muy diferente para aprender», asegura Kikuchi, que desde hace dos semanas vive en Nueva York y mira con fidelidad pero con crítica a la sociedad japonesa.
«Me gusta la visión externa de los europeos o americanos sobre Japón. Es más, la necesito. Me resulta fascinante que busquen la base de nuestro comportamiento: por qué hacemos cosas básicas que yo hago sin plantearme por qué», reconoce.
Y Norwegian Wood expone, dentro de su universalidad, la peculiaridad con la que su pueblo se enfrenta a temas como el sexo o el suicidio.
«Es verdad que en las películas japonesas no enseñas el contenido sexual tan a menudo, pero obviamente nuestra relación con ese mundo existe. Supongo que no somos muy abiertos al respecto y todavía es algo que se esconde. Pero luego, por ejemplo, el porno en Japón es mucho más radical», explica.
Y sobre el suicidio, considera que las altas tasas en Japón pueden tener una base educacional.
«Japón pone mucho énfasis en que debes ser como todo el mundo. Si destacas por algo, intentan frenarte, porque no les gusta la gente que es diferente. Por eso, los que no pueden expresarse con libertad se aislan y se sumen en la soledad», asegura.
«El concepto de colectivo es mucho más importante que el individuo. Y en ese sentido también deberíamos abrirnos», añade, no sin antes advertir que «la gente tiende a ver a los actores como si fuera gente especial y piensa que sus opiniones son relevantes, pero no siempre es así».