Miguel Ríos se despidió del público coruñés con un concierto vibrante y sin nostalgias ante 6.000 personas en el Coliseo
22 nov 2010 . Actualizado a las 11:59 h.El título de esta crónica resume una noche perfecta para Miguel Ríos en su despedida del público de A Coruña: «No podría imaginar despedirme de esta ciudad en una noche tan bonita de lluvia, percebes y rock & roll ». Con estas palabras el viejo roquero desafiaba al temporal que el sábado abofeteaba insistentemente A Coruña y anunciaba al público la particular tormenta de rock & roll que lleva preparada en su gira de despedida.
Minutos antes de comenzar el concierto, la versión reducida del Coliseo coruñés ya se había llenado con los 6.000 fieles, demostrando que el rock es una religión. Miguel Ríos congregó a los hijos y a los nietos del rock and roll. Varias generaciones de espectadores esperaban expectantes el inicio del espectáculo para hacer realidad una máxima; cuando público y artista deciden pasárselo bien en un concierto, normalmente se lo pasan bien, y así fue. Algunos incluso calentaban sus gargantas con los himnos de este roquero que ha decidido jubilarse a los 66 años. Lo recuerda en la estrofa de Bye bye, Ríos, toda una declaración de intencione s: «Tengo anotado en un antiguo diario no envejecer nunca en el escenario. ?Amiga tercera edad, llegó la hora de la verdad ».
Éxitos, uno tras otro
Vestido de negro y con chupa de cuero, Miguel Ríos comenzó las casi tres horas de adrenalínico espectáculo en medio del cariñoso recibimiento del público coruñés. Miguel Ríos no es Mick Jagger, nin falta que fai, pero a la vista está que a ambos roqueros sexagenarios parece que los excesos les han sentado muy bien. El granadino planteó un concierto biográfico de sus casi cincuenta años de trayectoria en una trama narrativa al uso, planteamiento, nudo y desenlace. Un relato que decidió abrir con Memorias de la carretera a modo de prólogo y continuó con Bienvenidos y Generación límite, guiño al superventas alcanzado a principios de los ochenta con el álbum Rock and Ríos. Así transcurrió la primera parte del espectáculo, recordando éxitos de los ochenta. Además interpretó dos de sus joyas, El río y Vuelvo a Granada .
En la segunda parte, el repertorio se alimentó de temas como
Antinuclear, El ruido de fondo
o
Yo solo soy un hombre,
antes de hacer un pequeño descanso de cinco minutos para enlazar con el mítico
Santa Lucía,
acompañado al piano por el teclista de Señor Mostaza, Luis Prado, además de brindar un intenso
Blues del autobús.
Tras dos horas y pico sobre el escenario, el concierto fue tomando tintes nostálgicos. El público disfrutó en la recta final con el Ríos más rocanrolero
coreando temas como
Rocanrol Bumerang, Sábado a la noche, Mueve tus caderas,
de los Burning, y
Maneras de vivir,
de Leño. Así, sin nostalgias y celebrando su trayectoria, Miguel Ríos llegó al final de su carrera en A Coruña, pero antes de la despedida final llamó a sus músicos para poner en pie a todo el público cantando
El himno de la alegría.
Sin más dramatismos, el artista se fue contento y a nosotros solo nos queda desearle un
Bye, bye,
Miguel Ríos.