La niña que nunca quiso crecer

Tomás García Yebra MADRID/COLPISA.

CULTURA

25 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

La infancia, una etapa que «nos marca para siempre, lo queramos o no». Todavía no ha querido salir de ella. Aún sigue en ese «paraíso de la imaginación», a pesar de que en su biografía no fue un camino de rosas. Cuando estalló la Guerra Civil, Ana María Matute estaba a punto de cumplir 11 años. Pero su niñez ya había sido un tormento. Aunque creció en una familia burguesa, a los cinco años sufrió una infección de riñón que casi acaba con su vida. A esa edad escribió su primer cuento, El duende y el niño . A los ocho años volvió a padecer otra grave enfermedad y sus padres la enviaron con los abuelos.

La niña, carente de esa alegría de la que gozan los críos con salud, comenzó a gestar un carácter soñador y retraído. La Guerra Civil, en los albores de la adolescencia, fue otra bofetada de angustia y tristeza. Esos primeros años de ensimismada vida le bastaron para crear un mundo propio de recuerdos y fantasías, también de dolor y amargura.

Académica de la lengua y poseedora de importantes premios, la escritora se dio a conocer con Los Abel ( 1948), una radiografía de una familia de cinco hermanos en la posguerra. La novela se publicó 11 años después y obtuvo el Premio Planeta (1954).

Esa mirada «huérfana de afectos», dentro de una España destrozada, dio origen a la «generación de los niños asombrados» y los «adolescentes náufragos», expresiones acuñadas por ella. Para muchos críticos, lo mejor de su producción (12 novelas y varios volúmenes de cuentos) lo constituye la trilogía Los Mercaderes, formada por Primera memoria, Los soldados lloran de noche y La trampa. En 1972, se casó con el escritor Ramón Eugenio Goicoechea, de quien se separó en 1963. Ana María Matute tiene cara de abuela bondadosa, pero la fortuna le negó los nietos. «Es una de mis grandes frustraciones; me gustaría haberles podido leer algún cuento». Ni a su hijo se los pudo contar. El marido consiguió la custodia y ella quedó sumida en un prolongado silencio vital y literario.

Renovada la ilusión, en 1984 publicó Sólo un pie descalzo ( Premio Nacional de Literatura Infantil). En 1996, apareció Olvidado rey Gudú, un bombazo editorial, una historia de emociones y aventuras fantásticas que es el «libro favorito» de Matute.