Un accidentado paso por San Sebastián

a. m. madrid / efe

CULTURA

25 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Que se sepa, la primera visita oficial de Liz Taylor a España fue en agosto de 1959 para algunas secuencias de De repente, el último verano, que el gran Mankiewicz rodaba en la localidad de Begur, en la Costa Brava gerundense. Se puede suponer la expectación causada por su estancia y la de su entonces marido, Eddie Fisher. Además de numerosas secuencias en sus calles, se filmó la escena final en las ruinas del castillo de Begur. Un fotógrafo local, Josep Carreras, contratado como segundo foto fija por la Columbia, sacó las también míticas instantáneas de la actriz en bañador o escuchando instrucciones del director.

Un día en Oviedo

La última estancia de Liz sería para recoger el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a finales de octubre de 1992. Se le otorgaba como presidenta de la asociación norteamericana de la lucha contra el sida y por su activismo contra una enfermedad que había vivido muy de cerca en la persona de su amigo Rock Hudson, fallecido en 1985. Apenas estuvo un día en Oviedo, pero dejó su huella de saber estar, y las crónicas de entonces cuentan que su glamur de estrella de Hollywood se mantenía intacto, junto a su apasionada defensa a favor de la prevención contra el mal.

Y entre ambas, su inolvidable presencia en el festival de cine de San Sebastián, en 1973, para presentar la película Una hora en la noche, de Brian G. Hutton. Llegó en un avión privado, pero tuvo la mala suerte de que sus maletas se extraviaron, lo cual la obligó a retrasar en más de una hora su llegada al teatro Victoria Eugenia, con la proyección ya comenzada. Fue recibida entre abucheos y pitos, pero no perdió la sonrisa en ningún momento, y eso obligó al público a sucumbir a su encanto. Abandonó el escenario entre aplausos.