Los cuadros incluyen a un señor canoso que muestra sus dientes mellados mientras camina sonriente con el agua hasta las rodillas, un niño que se zambulle o una mujer que ayuda a lavar el pelo de su madre entre risas en medio de las inundaciones.
15 jun 2011 . Actualizado a las 15:30 h.Niños obesos, desnudos femeninos o sonrisas ante la adversidad son algunas de las escenas retratadas por cuatro artistas emergentes tailandeses en su búsqueda del secreto de la felicidad, o la infelicidad.
En la galería Ardel de Bangkok, la pintora Lampu Kansanoh exhibe en su colección «Agridulce» una docena de pinturas de gran tamaño que, en forma de caricaturas de colores cálidos, describe las sonrisas inquebrantables de los tailandeses en la fiesta, pero también en la adversidad de las inundaciones.
Los cuadros incluyen a un señor canoso que muestra sus dientes mellados mientras camina sonriente con el agua hasta las rodillas, un niño que se zambulle o una mujer que ayuda a lavar el pelo de su madre entre risas en medio de las inundaciones.
Las dimensiones de los óleos (de hasta 2 por 3 metros) intensifican las expresiones exageradas de los retratados, así como la impresión de humildad de los personajes, las casas y el escenario de fondo.
Lampu se inspiró en las inundaciones que afectaron en noviembre pasado a centenares de familias durante semanas en la provincia de Ayuthaya, a unos 80 kilómetros al norte de Bangkok.
«A pesar de las adversidades, los afectados, la mayoría gente humilde, sonreía y yo diría que incluso eran felices porque habían aceptado su situación», explica a Efe la pintora, de 28 años.
En su opinión, esta alegría inquebrantable nace de la serenidad con que los tailandeses, principalmente de las zonas rurales, aceptan los infortunios debido a su religión budista, que pregona la ecuanimidad ante las desgracias y las rachas de suerte.
«Según Buda, si entendemos bien su naturaleza, el sufrimiento abre la puerta de la verdadera felicidad. El sufrimiento es como la piel de una naranja, cuando la pelamos descubrimos el sabor de la fruta», afirma Lampu.
La muestra, abierta al público hasta el 10 de julio, también incluye pasajes de la festividad del año nuevo budista o Songkran, en las que los tailandeses libran batallas de agua y hacen copiosas comidas en familia o una escena hogareña con el cumpleaños de la abuela.
Para el psiquiatra tailandés Narin Ruttanachun, la sonrisa y el buen humor son unas «excelentes defensas naturales» contra el estrés en los desastres naturales o los problemas cotidianos, mientras que la familia favorece la fortaleza mental.
«La artista debe ser elogiada por conseguir reflejar dos verdades: que la felicidad se encuentra en los detalles de una vida sencilla y que cada uno de nosotros es responsable de dar sentido a su propia existencia», añade el psiquiatra.
Por su parte, los artistas Chainarong Kongklin, Thongmai Thepram y Sarawut Yasamoot protagonizan en la galería Koi Art hasta el 30 de junio la exposición colectiva «Belleza, color y felicidad».
El humor y los colores intensos domina los cuadros presentados por Chainarong, quien retrata el contraste de la milenaria cultura asiática con los progresos que ha traído la globalización, como el hip-hop o la obesidad.
«Las pinturas de Chainarong tienen mucho éxito en Bangkok, sus pinturas tienen una estética muy personal y original», asevera a Efe Busakorn Wanna-oun, la propietaria de la galería.
Niños orondos, casi tanto como los gordos del colombiano Fernando Botero, simbolizan el materialismo y los excesos alimentarios de los hijos únicos en China, aunque también vislumbra su anhelo de jugar y, por ende, de ser felices.
Por su parte, Thongmai utiliza las curvas de la mujer para expresar una belleza serena sobre una superficie de acrílico que confiere al lienzo la textura del terciopelo.
En la obra «Venus», una cerda yace en una cama de hospital grisácea sujetándose dos grandes pechos que destacan por su tamaño y color verde fluorescente, una alegoría de la infelicidad que puede entrañar la cirugía estética.
Sarawut Yasamoot asegura que es posible encontrar la paz y la belleza si uno se mantiene positivo, incluso en la algarabía del tráfico y los rascacielos de Bangkok.
Con trazos unas veces geométricos y otras más improvisados, el artista descubre su propia y personal versión de la «felicidad», a través del diálogo de colores vivos y oscuros de sus cuadros abstractos donde se adivinan los perfiles de la megalópoli tailandesa.