Lamazares embrida el paisaje en su serie «Domus Omnia»

vítor mejuto texto y fotos LEÓN / LA VOZ

CULTURA

El artista gallego expone en León sus creaciones basadas en cartón

15 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Antón Lamazares (Maceira, 1954) siempre está en casa. Da igual que sea Nueva York, Berlín (su actual residencia) o Lalín. Da igual dónde se instalen las vanguardias o cómo se cartografíen las tesis. Da igual que exponga en el Museo Kiscelli de Budapest, en la Galería Nacional de Jordania o en la galería Ármaga de León, donde ayer inauguró una muestra. Lamazares siempre está en casa.

Aunque haga progresos con el alemán para poder leer a Hölderlin y a Rilke, sus poetas favoritos, Antón siempre dice aquello sobre el idioma invasor, en este caso el inglés: «Twenty words is enough». Con veinte palabras es suficiente para instalarse en una ciudad, alquilar un estudio y ponerse a trabajar. Y la pintura es su auténtico idioma, su hogar y su compromiso. Por eso, porque va de lo particular a lo universal con pasmosa naturalidad, su obra tiene una potencia telúrica que no necesita ser armada con ropajes intelectuales o redundantes pinceladas historicistas. Llega a lo íntimo con una acerada estocada. Igual que sus piezas, ensartadas a la manera de Lucio Fontana (aunque Fontana sea un esteta y Lamazares un ascético) en un contemporáneo ejercicio de puntillismo, necesario para acotar el espacio, para construir sus estancias. Cuando Lamazares quiere un negro solo tiene que provocar una hendidura en el cartón, entonces el negro no es pictórico, es físico y abismal. Cuando perfora el cartón es porque intuye que hay un adentro. Un lugar para habitar.

En esta ocasión Lamazares acerca a León pasajes de su serie Domus Omnia. Se trata del hombre embridando el paisaje, como el anhelo rupestre de los primeros pintores primitivos. En la muestra se dieron cita nombres clave en el panorama leonés como el pintor José de León y escultores como Amancio González. El texto, a cargo de Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía 2009, pone lírica a la aventura de Antón, en la que se dan cita el boxeo, los toros, la noche y la cortesía. En la obra se proclama de nuevo la supremacía del cartón. Nadie ha tratado el cartón como Lamazares, redimiéndolo de su origen povera; logrando una lujosa pátina que le debe tanto al barniz como los clásicos al temple. Cuando un pintor encuentra su adecuada relación con el material, entonces es cuando empieza a dominar las torpezas de la juventud. Y Lamazares hace tiempo que ha encontrado su camino.