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Luis Piedrahíta: «Me preguntan qué me siento yo y siempre digo que... afortunado»

Pacho Rodríguez

CULTURA

Alguien que titula uno de sus libros «El castellano es un idioma loable, lo hable quien lo hable» es que adora las palabras sobre todas las cosas. Las mima y les hace trampas, las acaricia con voz suave y las acentúa: es Luis Piedrahíta

16 dic 2012 . Actualizado a las 13:37 h.

En realidad, el licenciado en Comunicación Audiovisual Luis Piedrahíta (A Coruña, 1977) ha hecho de todo en torno a la palabra. Cine, libros, televisión, radio, teatro? Y, en persona, este artista es un conversador ameno, como si fuera responsable de que su trabajo también consiste en contarse a sí mismo. Al final, podría decirse que la magia de Luis Piedrahíta (siempre lleva encima una baraja) es él mismo. Y eso que dice al final: «Gracias, a ver si no quedo muy pedante». Y resulta que es todo lo contrario.

-Tanto como rosquillas... Yo eso lo sé porque mis amigos me lo dicen... Aunque he de reconocer que sí veo que en las redes sociales se habla bien del libro. Hay un poco de euforia. Lo que significa... absolutamente nada. Lleva poco en las tiendas como para que haya datos. Los autores hacemos algo que casi nadie reconoce, y es ir a las librerías a ver qué tal está situado el libro. Y yo soy de los que si no me gusta donde está lo cambio de sitio.

-¿Habla con el dueño para que lo mejore?

-Voy de incógnito, con una bolsa de papel en la cabeza.

-¿Pero a usted, en toda su vida de artista, le interesa mucho lo que piensan de lo que hace?

-A mí sí mi interesa. Me interesa saber si lo siguiente que has hecho mejora a lo anterior. Si un libro, como por ejemplo este, está a la altura, o supera al resto. Hay quienes me dicen que es el mejor, y yo también lo creo. Aunque solo sea porque me ha llevado cinco años. Este libro es una recopilación de aberraciones ortográficas. De aberracioncitas. Siempre busco erratas que mejoren el texto. Por eso tiene ese título. Son ejemplos en los que el error supera con creces a lo que quiso decir.

-¿Qué tienen las palabras para que usted siempre les encuentre una vuelta más?

-El lenguaje tiene todas las posibilidades para un cómico como yo. Yo no sé ni cantar, ni bailar, ni poner voces, ni disfrazarme de señora para tener gracia. Pero soy un cómico gracias a las palabras. Soy tan inútil que he tenido que desarrollar el humor de texto. Y ahí está el ludolingüista, que es el que juega con las palabras. Podría haber sido entonces un gran guionista, semiescondido, tan tranquilo en su casa, dando rienda suelta a todo su talento.

-¿Cuándo decidió dar el salto a los escenarios?

-Realmente, no fue una elección. En la vida creemos que tomamos muchas decisiones, pero en realidad cada uno hace lo que puede. Y uno, en realidad, va saliendo adelante casi más a golpe de náufrago. Lo mío no obedece a un plan maestro. En 1999, era guionista de El club de la comedia. Escribía de todo lo que me decían y pedían. Cuando hicieron un concurso de monólogos, me pidieron que participara yo, porque aunque se había presentado mucha gente la mayoría en lugar de hacer un monólogo contaban chistes. Y yo dije: voy. Pero dije voy lo mismo que si me hubieran pedido hacer un café, bajar el aire acondicionado o cerrar una ventana. No me lo pensé mucho. El caso es que quedó muy bien.

-Es decir, que podría decirse que llegó a los escenarios por la falta de tradición de monologuistas en España?

-Es que es curioso, porque si los reyes de los monologuistas de EE.?UU. conocieran a Gómez de la Serna, Wenceslao Fernández Flórez, Álvaro Cunqueiro, Mihura, Gila, Tono... Si los leyeran, les explotaría la cabeza. Esos sí que son buenísimos.

-¿No podría decirse que ustedes, los de ahora, unos cuantos nombres propios, como Ángel Martín o Joaquín Reyes, forman parte de una generación especial?

-Yo es que no creo que estemos haciendo nada excepcional que no se haya hecho ya. Y no creo que estemos haciendo algo a la altura de los señores de La Cordorniz. Esos sí que eran buenos. Pero en mi caso, en lugar de saber hacer, son cosas que me gusta hacer. Las miro y veo que son mejorables. Me gustaría saber hacerlas mucho mejor. Pero en este intento creo que, al menos, va quedando algo digno.

-Viendo su vida ahora a través del retrovisor, ¿pensaba que le iba a dar tiempo de hacer tantas cosas?

-Son cosas que yo iba a hacer. Lo que no sabía era si la gente se iba a enterar de ellas. Sabía que iba a hacer magia, pero no sabía si la cosa iba a quedar en ser el mago de mis amigos. Tuve la suerte de poder hacer magia en televisión. Afortunado me siento. Pero yo iba a hacer magia de todos modos. Yo iba a hacer humor. A lo mejor iba a ser el de la pandilla que contaba cosas raras. He tenido al suerte de poder vivir de ello. Igual me pasa con el cine. Nunca pensé que iba a ser algo más que un disfrutador del cine. Con los libros, también. Como gracias a Dios no hay que elegir, todas las que he elegido hacer y las que elija. Me preguntan qué me siento yo y siempre digo que afortunado. Ya lo digo en el blog: mientras la gente siga riéndome las gracias, seguiré dándole las gracias.

-¿Echa de menos hacer algo en Galicia o está cómodo en Madrid?

-Pues las dos cosas, pero yo no reniego de Madrid. Y ahora mismo, además, si estás un día con ganas de ver a tus padres, puedes levantarte esa mañana y desayunar con ellos. No creo que haya que perder mucho tiempo en esas sensaciones. Y me gustaría trabajar en Galicia, pero yo no sé hablar gallego en condiciones. Si eso fuera una limitación, tampoco me apetecería mucho. Aunque puede que hable gallego tan bien como alguno que cree que lo habla a la perfección?

-¿El humor es bueno para los días de crisis?

-Creo que sí. El humorista te recuerda lo que era ser feliz y te acerca a serlo. Creo que es imprescindible. Cuando solo eres feliz si tienes un Ferrari, puede que nunca llegues a serlo. -¿Qué echa de menos de Galicia? -A mis padres, comer bien y barato? Pero estoy muy a gusto tanto en Madrid como en Galicia. -Y si trae a Galicia a un amigo, ¿adónde lo llevaría?

-Pues a comer bien, claro. A dar un paseo por Riazor. A Lorbé... Igual hasta el Orzán, pero no soy mucho de salir por la noche. -¿Qué objetos personales lleva obligatoriamente cuando viaja?

-Obligatoriamente, una libreta y un boli que suelen ser siempre los mismos. Una baraja y monedas de esas que usamos los magos. Y un libro.

-¿Y música?

-¡Ah! Y El iPhone para escuchar música. Me da vergüenza decirlo, pero me gusta mucho escuchar ópera.