Las nuevas obras de Terrence Malick y Gus Van Sant y la esperada adaptación de On the road por Walter Salles suman tres de las mayores decepciones de la temporada
06 abr 2013 . Actualizado a las 21:43 h.Lo habitual cada abril es que la exhibición de cine en salas se presente como un erial, una vez pasada la temporada alta de los Óscar. Un vistazo a los títulos que llegan en estos días próximos parece, por el contrario, una grande bouffe de autores de culto y de películas largamente esperadas. Lo más reciente de sendos tótems de la posmodernidad como Gus van Sant y Terrence Malick y el estreno, con un año de retraso, de la adaptación que ha realizado Walter Salles de On the Road, la novela fundacional de Jack Kerouac, podrían conducirles al error de pensar que se hallan ante días de celebración cinéfila exquisita. Nada más lejos de la realidad.
Lo que se avecina son tres de las mayores decepciones de la temporada de festivales. Una tríada de fiascos que transforman abril en un terreno minado de bodrios, una suerte de motivos de frustración para los adoradores del cada vez más irritante mundo celeste de Terrence Malick; para quienes no han aprendido todavía que Gus van Sant es más rácano a la hora de mostrar su talento que Curro Romero. O para los que hayan creído que el cine norteamericano de gran presupuesto iba a ser capaz de aprehender la epifanía beatnik de los buenos malos chicos de los años cincuenta del siglo pasado.
Imposible
Comienzo con la lerda e imposible compresión en imágenes de On the Road. Este era un proyecto acariciado desde mucho tiempo atrás por Coppola, quien compró los derechos de la novela de Kerouac en 1979, antes de la caída. Pero quienes hayan visto lo último del italoamericano, la formidable pero suicida Twixt, inédita en España, sabrán ya del estado de ánimo del cineasta, de retirada, sin ningún interés por volver al cine industrial. Así que Coppola se ha limitado a hacer el don Tancredo y a figurar como coproductor asociado de esta versión de la religión del libro beatnik que dejó en manos del brasileño Walter Salles. El resultado se estrenó en Cannes hace un año. Nació muerta, en medio de la indiferencia y algunos sonoros abucheos. Es una de esas odiosas reducciones a postal de lujo del vivo universo de la obra de Kerouac. El filme de Salles pastelea y reduce el revulsivo beatnik a un cromo teenager en el cual, para que no falte la guinda, está hasta la star de Crepúsculo como musa de Kerouac y su tropa.
To the Wonder es el título de la nueva tropelía cometida por Terrence Malick después de Tree of Life. Concursó en Venecia, en septiembre, y se llevó merecida bronca. Cómo explicarles de qué va. Se supone que habla de un triángulo amoroso, de la encrucijada de Ben Affleck entre dos mujeres, la exchica Bond Olga Kurylenko y la exchica Sherlock Holmes Rachel McAdams. Y hay un cura, llamado Quintana, encarnado por Javier Bardem, que intenta sacar a Affleck de su aprieto. Recuerdo un consejo de Bardem: «Dios está arriba, Dios está abajo, Dios está a la derecha, Dios está a la izquierda, Dios está en el centro». Les garantizo que no me dormí. Ya se sabe que la fe cinéfila de los seguidores de este Malick, más gurú que cineasta, es más incondicional que la de los seguidores del reverendo Jim Jones que se inmolaron en la Guyana.
Plana y desaliñada
El culto por Gus van Sant no ha llegado a tanto. Entre otras cosas, porque entre obras abrumadoras como Elephant o Paranoid Park, Van Sant firma mucho saldo alimenticio. Es el caso de Tierra prometida, que pasó por Berlín y que se inscribe en la onda de los dramitas ecologistas donde el David lugareño vence al gigante de la multinacional contaminante. Cabe decir que es tan plana, informe, desaliñada, tontorrona, que a su lado Erin Brokovich parece Apocalypse Now.
Concluyo esta guía de avisos para esquivar tanto bodrio de abril con envoltorio de qualité con un encarecido ruego. Isabel Coixet estrena algo llamado Ayer no termina nunca. Por su propio bienestar, mantengan sobre ella una distancia de seguridad.