Los restos del poeta serán exhumados el lunes para verificar si murió víctima del cáncer o de la dictadura de Pinochet
06 abr 2013 . Actualizado a las 20:34 h.La verdad sobre la muerte del poeta y Premio Nobel chileno Pablo Neruda podría comenzar a desvelarse en los próximos días, cuando un grupo de expertos examine sus restos para verificar si su deceso se debió a un cáncer o si fue asesinado por la dictadura militar de Augusto Pinochet, hace casi 40 años.
El cadáver del vate será exhumado el lunes desde la tumba que guarda sus restos en Isla Negra, un pequeño balneario costero situado a unos 120 kilómetros al poniente de Santiago de Chile, donde Neruda tenía una de sus casas de descanso, hoy convertida en museo. Los trabajos de excavación para desenterrar el ataúd se llevarán a cabo mañana.
La exhumación del cuerpo fue ordenada recientemente por el juez Mario Carroza tras una querella que presentó en mayo de 2011 el Partido Comunista, colectividad en la que militaba Neruda, para que investigase una denuncia de que su muerte se debió a un envenenamiento y no a un cáncer de próstata, como lo sostuvieron entonces desde la Clínica Santa María.
En aquel nosocomio el escritor falleció el 23 de septiembre de 1973, 12 días después de que su amigo, el presidente socialista Salvador Allende, fuera derrocado en un golpe militar por el general Augusto Pinochet.
«Neruda era, sin duda, un objetivo para Pinochet(...) Junto al presidente Allende y al cantante Víctor Jara eran símbolos del recién derrocado gobierno socialista», dijo a dpa el abogado Eduardo Contreras, querellante en el caso.
El jurista sostiene que la demanda se debe a que «hay un conjunto de indicios y sospechas que hacen razonablemente presumir una probable intervención de terceros en su muerte». Mencionó entre otras dudas la desaparición de la ficha médica del vate y la ausencia de un listado completo de los trabajadores de la clínica.
A las dudas de Contreras se han sumado también las afirmaciones del asistente y chofer de Neruda, Manuel Araya, quien lo acompañó hasta los últimos minutos de su existencia.
«Estuve con él y sé que alrededor de las cuatro de la tarde de ése día (el de su muerte) le pusieron una inyección en el estómago. Me dijeron que era dipirona para el dolor», según declaró a medios locales. Horas más tarde fallecería Neruda en la clínica, a la que había ingresado cinco días antes, el 19 de septiembre.
Víctima del cáncer o de la dictadura
Tras su muerte, a los 69 años, Neruda fue sepultado en un modesto nicho del cementerio general capitalino, facilitado por una familia amiga del vate, adonde estuvo hasta 1992 cuando, ya en plena democracia y como había sido su deseo en vida, sus restos fueron trasladados hasta su casa en Isla Negra.
En el patio de la residencia misma, comprada por Neruda a un marino español en 1939, situada a sólo metros de la playa que baña el Océano Pacífico y rodeada de árboles, plantas y flores, fue construida la tumba, donde descansan sus restos y los de su tercera esposa, Matilde Urrutia.
Debido a las condiciones climáticas de la zona, el sepulcro es de una construcción muy sólida, de piedra, por lo que los trabajos de apertura del panteón arrancarán un día antes para que el próximo lunes los expertos puedan retirar el féretro y exhumar el cadáver del escritor.
A partir de entonces los restos del juglar serán estudiados por un equipo multidisciplinario nacional e internacional para determinar las causas de su muerte.
Entre los 17 peritos y observadores figuran el forense español Francisco Etxeberría, conocido, entre otros casos, por su participación en la pericia que confirmó el suicidio del presidente Salvador Allende, y el médico chileno Patricio Bustos, director del Servicio Médico Legal, donde ha encabezado equipos periciales en casos de violaciones graves de los derechos humanos durante la dictadura militar (1973-1990).
Seguramente pasarán semanas y aun meses antes de que pueda conocerse el veredicto que pueda despejar la duda de si Neruda murió de cáncer o si fue envenenado por agentes de la dictadura.
Lo anterior no es nada aventurado, pues existen antecedentes que en la misma clínica falleció más tarde, en 1982, el ex presidente demócrata cristiano Eduardo Frei (1964-1970), en principio envenenado con gas mostaza y toxina botulínica, como revelan investigaciones judiciales.