Colin Davis, el gran defensor de Berlioz

César Wonenburger

CULTURA

Fallece Colin Davis, director de orquesta que se convirtió en el más acreditado, solvente y entusiasta difusor de la integral del genial compositor

16 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuenta la leyenda que mientras aún estudiaba clarinete en el Royal College of Music de Londres, Colin Davis quedó absolutamente prendado de Hector Berlioz tras una audición de La infancia de Cristo. A ese descubrimiento se debería otro, porque quizá la principal contribución del director inglés, que falleció el pasado domingo en Londres a los 85 años, fue precisamente la de revelarle al mundo la grandeza del autor de La condenación de Fausto. A través de sus numerosas grabaciones y de la constante programación de sus obras, Davis se convirtió en el más acreditado, solvente y entusiasta difusor moderno de la integral de este compositor, genial y contradictorio.

Del mismo modo, sobre todo en el Reino Unido, intentó dar a conocer los trabajos de otro de sus autores favoritos, Michael Tippet, su amigo. Pero sería injusto no reconocer la competencia del intelectual y paciente Davis en repertorios distintos. Su ciclo Mozart-Daponte no solo nos legó la posibilidad de disfrutar de la inmensa Fiordiligi de Montserrat Caballé, o de la más graciosa Susanna en la voz ideal de Mirella Freni: considerado en su conjunto, posee virtudes muy estimables, como su hondo sentido de la teatralidad o su contagiosa energía. Y qué decir del Emperador beethoveniano registrado junto al eximio Claudio Arrau, posiblemente la mejor grabación de tan manoseado concierto.

En estos últimos años, sir Colin Davis, que fue director musical del Covent Garden en plena era dorada de las grandes voces, y titular de la Sinfónica de Londres, dedicó buena parte de su tiempo a explorar el Verdi más maduro. En 1977 había sido el primer británico invitado a Bayreuth, pero su Wagner nunca interesó demasiado. En cambio, su típico humor de las islas tenía mucho que ver con la socarronería del gran vividor sir John.

Fue precisamente durante la grabación de Falstaff en Londres que la estupenda soprano María José Moreno, coruñesa de adopción, lo conoció. Y ayer lamentaba su pérdida: «Lo recuerdo como un señor encantador, simpático, muy amable, y al que le gustaba poco perder el tiempo. Después de un rápido saludo nos pusimos manos a la obra de inmediato. En el trabajo era serio, muy riguroso, lo que no puede decirse de todos los directores».