Xoel López: «Me encanta Juan Luis Guerra, me lo pongo en casa»

CULTURA

GUSTAVO RIVAS

El cantante coruñés ha vuelto al foco mediático al hacerse con el galardón al mejor artista del año en los premios de la música independiente. Se trata del respaldo del público a «Atlántico». En esta entrevista habla de sus dudas, de la necesidad de romper prejuicios y de cómo superó los vaivenes de una carrera que estaba totalmente asentada en los últimos años. Sin embargo, algo dentro lo obligó a quebrarla y a empezar de nuevo

28 jun 2013 . Actualizado a las 23:45 h.

Xoel López (A Coruña, 1977) dice que no se deben mezclar conceptos. «El ser valiente no significa que no tengas miedo», apunta. Él desafió a la inercia artística reinventándose en América con Atlántico, el primer álbum a su nombre. Se acababa Deluxe. Y sintió el vértigo de lo que iba a pasar. «No lo voy a negar. Al irme, temía cómo sería la vuelta», admite. Un año después de su edición, la Unión Fonográfica Independiente (UFI) lo ha nombrado artista del año. «Es como el reconocimiento oficial de Atlántico», señala satisfecho.

-El disco todavía tiene vida. ¿Le frustran las escuchas rápidas a las que está sometida la música hoy en día?

-No tanto. La frustración la genera no estar contento con el resultado. Lo otro no depende de mí. No puedo ser tan soberbio como para pensar que el disco se tiene que escuchar. Es más, yo venía con ese respeto de que la gente me podría decir: «¿Y a mí qué me interesan tus viajes y tus nuevas formas de entender la música?».

-¿Se esforzó por evitar el pastiche en esa renovación?

-Yo creo que si lo hubiese grabado mi primer año allí, seguramente sería más pastiche, porque estaba en mi fase de fascinación. Como me tomé las cosas con calma, las cosas fueron fluyendo. Por ejemplo, yo escuchaba música brasileña con 15 años, pero no es lo mismo tocarla con brasileños en Brasil, interiorizarla y sentir que, más allá de usar un instrumento, hay algo esencial, que tiene que ver con la vida del brasileño. A veces hablamos de las influencias como algo estético y no es así.

-En «Tierra», la mejor canción del álbum, hay un ejemplo de ese toque brasileño «oculto» al jugar con la tonalidad del fraseo, ¿no?

-Es todo muy sutil. No hay ritmos brasileños ni nada, simplemente es una canción acústica en la que puedes hacer un fraseo suave, como el de Caetano. Me gusta pensar que es así como dices, que las influencias entran sin que lo sepas. A veces, incluso es tu propia vida. Si la llevas relajada se tiene que notar luego en tu manera de cantar.

-¿Cree que antes existía en usted un punto trágico?

-Sí, antes me dejaba llevar por él y, a veces, incluso me regocijaba. Ahora siento la melancolía como parte de la vida, que puede ser bella. Mi etapa en América coincidió con una fase bonita de mi vida. En el final de Deluxe había descendido a mi lado oscuro y allí aprendí mucho.

-¿Quizá a no volver más?

-Sí, claro. Mi vida fue bastante ajetreada. Me pasaron cosas para las que no estaba preparado. El éxito, en ese sentido, puede ser tremendo.

-¿Le desbordó alguna vez?

-No, pero sí que me empezó a incomodar que la gente me parase por la calle. No me gusta nada la fama. En América, sin embargo, vi que nadie me hacía ni caso [risas]. Fue una gran cura de humildad.

-En el Noroeste Pop Rock hubo gente que abandonó su concierto. Yo escuché a un fan desencantado decir: «Parece Juan Luis Guerra».

-Pues a mí me encanta Juan Luis Guerra, me lo pongo en casa y lo vi en directo.

-Vaya, va a pasar como con Carlos Berlanga. Le decían que los temas de Dinarama se parecían a Pimpinela y él lo tomaba como un piropo.

-Claro, yo creo que la gente me está empezando a descubrir. Dicen «Parece Juan Luis Guerra». Sí, ¿y qué? «Ah, es que le mola». Se descolocan. Pero es que a mí me gusta lo popular, de siempre.

-¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales?

-Sobre todo los cantautores, en el coche de mis padres.

-¿No le fascinó Mecano?

-Sí, yo era fan de Mecano pero de tener sus discos. También de El Último de la Fila, Hombres G, The Beatles... cosas que llegaban a casa por casualidad. Siempre pop. Yo escuchaba de todo. En la adolescencia, empecé a tener prejuicios, para más tarde ir quitándolos poco a poco [risas].

-¿Siempre quiso ser músico?

-Creo que sí. En el colegio aprendí a tocar la guitarra y a los tres días estaba haciendo canciones. Tenía esa necesidad. Me evadía, me hacía sentir bien. Pasaba horas y horas tocando en la habitación. La verdad es que yo, si ahora veo a un niño así, le preguntaría: «¿Estás bien?» [risas].

-¿Y cuándo vio que podía ser un músico profesional?

-No lo veía. ¿Qué referentes podía tener al ser un chaval de A Coruña? Como mucho, Los Flechazos, de León. Estaban también Kozmic Muffin, pero apenas podían vivir de ello. Era inalcanzable. Cuando saqué Not What You Had Thought, el debut de Deluxe, lo hice con esa perspectiva. Pero lo empieza a poner Chema Rey en RNE-3 y siento una adrenalina tremenda. Estudiaba Turismo en Salamanca, dejé de ir a clase para escuchar la radio. El subidón era continuo.

-Ahí rompió con la Elephant Band. ¿Todavía es el traidor de la causa mod?

-Siempre seré un traidor para todo mi pasado musical. Yo sigo evolucionando. ¿Que ahora sueno a Juan Luis Guerra? Pues sí, lo siento, ¿qué voy a hacer? La gente dice que se debe a su público. Yo me debo solo al que quiera verme.

-Había críticas entonces que decían cosas como «Morrissey mataría por una canción así». ¿Qué sentía?

-Mucha vergüenza, sinceramente. Eso es una faena. No puedes controlar lo que se escribe, pero luego es tu responsabilidad. La gente va a verte con esa idea y se siente decepcionada, con razón.

-¿Por qué cree que triunfó «Que no»?

-Por el estribillo. Lo veía en la gente en los conciertos, cómo la cantaban. Les salía el «no» que no se atrevían a decir en su día a día.

-Con ella trascendió al público general y se le puso como un ejemplo de lo que no debería ser el «indie». ¿Cómo lo vivió?

-Yo solo sabía una cosa: como músico no podía ser elitista. Claro que me planteaba muchas cosas y tenía dudas sobre si debería hacer esto o lo otro. Pero si de algo estoy satisfecho es de no haberle puesto trabas a la exposición de mi música. Creo que el paso a ese otro público general era algo que estaba pasando en el país. Hoy en día, ¿quién tiene más gente, Benicasim o el MTV Day? Creo que, en ese sentido, me tocó ser un poco la cabeza de turco.

-«Los jóvenes mueren antes de tiempo» es su peor disco. En Mushroom Pillow, su sello de entonces, dicen hoy que no debería haber salido nunca. ¿Qué piensa?

-Entiendo que puedan decirlo ahora, pero entonces sí que lo querían editar. Pienso que, salvo cuatro o cinco temas, no tiene la suficiente calidad. Creo que lo hice a propósito. Sentía la sensación de «¡Vamos a triunfar!». Recuerdo un comentario de El Diablo, que coeditaba el disco: «Bueno, qué, ¿doce Que nos?». Y tú, por dentro, pensabas: «Pues a lo mejor no vamos a tener ni un puñetero Que no». Creo que hice un disco así para poner un poco de tierra por medio. Aprendí mucho. Me dieron mucha caña con él.

-¿Le llegaron a afectar aquellas críticas?

-Te acostumbras. Ha pasado siempre. Si fuera de repente, seguramente sería difícil, pero como ya desde pequeño había vivido el aplauso y la crítica creo que lo fui encajando más o menos bien. Hoy en día las críticas ya no me afectan nada.

-¿Lee prensa musical?

-No mucha, la verdad.

-¿Cómo ve que en revistas como «Rockdeluxe» o «Ruta 66» usted prácticamente no exista y en «Rolling Stone» o «Mondo Sonoro» sea algo así como el gran genio del pop español?

-Está todo muy segmentado. Yo creo que ni tanto ni tan poco. Muchas veces las revistas se dirigen a un sector concreto y no te meten porque no quedaría bien ahí. Creo que ni siquiera escuchan el disco, y eso tiene algo de perverso. Es como en las discotecas en las que no puedes entrar con calcetines blancos. Tú le dices: «Oye, que tengo dinero, lo voy a gastar». Pero ellos te dicen que así son las normas. Pues entonces, que che dean. No sé hasta qué punto tienen la libertad que tenemos algunos.

-¿Cómo terminó en una multinacional como EMI?

-Necesitaba pasta para pagar mi carta de libertad, de la que no puedo hablar porque Mushroom Pillow lo pidió por contrato. Me quedaba un disco y ni yo lo quería sacar con ellos ni ellos conmigo. Pero querían ganar dinero. Era como un jugador de fútbol. ¿Quien podía pagarlo? Pues el menda la mitad y el resto EMI.

-Luego les pediría a ellos la misma carta de libertad.

-Sí, contra la idea que algunos tienen del romanticismo de las compañías indie, en EMI me la regalaron. Salí de allí botando.

-¿Sintió ganas de dejarlo todo en esas situaciones?

-Sí, te desencantas totalmente por esa parte de los contratos. Todo fue con Los jóvenes mueren antes de tiempo en el 2005. El peor año de mi carrera.