Vuelve Raphael a Galicia y lo hace con más fuerza de la que tenía cuarenta años atrás. Reconoce estar viviendo un momento especialmente dulce tanto a nivel personal como a nivel artístico; cuando ya es una leyenda a la que no le queda nada que demostrar. Pero él no se conforma: «Yo no salgo solo a cantar , subo al escenario con la intención de llenar dos horas de la vida de los que vienen a verme». Lo dicho, genio y figura
30 ago 2013 . Actualizado a las 12:44 h.Raphael no habla, sienta cátedra. En vez de responder a las preguntas del entrevistador suelta un sinfín de titulares dignos de recogerse en un breviario de la sabiduría pop. No en vano es quien es, un monstruo de la escena que ha sobrevivido a modas y corrientes. Y a un trasplante de hígado. A Raphael todo le queda pequeño. Incluso la plaza compostelana de A Quintana, donde actuará el próximo miércoles (en noviembre lo hará en A Coruña), corre el riesgo de ser minusvalorada a su lado. Porque Raphael es así. Es aquel y también es este que sigue al pie del cañón en un continuo estreno de su eterna juventud.
-Viene presentando «Mi gran noche».
-Creo que es el espectáculo más definitivo que he hecho en mi vida. Y no solo por el repertorio, sino por la banda que llevo, por lo contundente que resulta todo. Te garantizo que el público se lo va a pasar, al menos, como me lo paso yo: fantástico.
-Debe de ser duro escoger el repertorio entre todos sus éxitos.
-Eso es lo más difícil que hay. Ahora estoy grabando toda mi historia de nuevo, para que tenga la actualidad del sonido de hoy en día. Mis buenas canciones de toda la vida, pero actualizadas.
-¿Volverá a grabarlo todo?
-No, todo no. Es que es muchísimo, toda una vida. Pero alrededor de 200 temas sí que voy a volver a grabar.
-¿No perderán encanto algunos temas que sonaban deliciosamente sesenteros?
-Lo que tienen de bueno es la propia música. La que se hacía antes era fantástica. Lamentablemente, hoy no se hace así. Y yo no puedo cantar cualquier cosa. O no debo. Así que recurro a mi amplísimo repertorio. Ese es el sueño dorado de cualquier artista, volver a grabar tus cosas bien hechas, cuando ya has aprendido, y no cuando eres un crío que sales adelante por la intuición que tienes.
-¿No teme que comparen su voz de ahora y la de entonces?
-Juego con esa ventaja, porque he de reconocer que estoy muy bien, yo. Tanto de voz como de fuerza o de ánimo. Y con la ventaja de todo lo que he aprendido.
-Y las canciones, siguen funcionando 45 años después.
-Esas canciones no van a morirse nunca. Es el público el que no lo permite, las ha hecho históricas.
-¿Cómo hace para seguir calando entre la modernidad?
-Mira, eso se lleva dentro. Uno es como es. Para ser moderno hay que nacer, no basta con hacérselo. E, indudablemente, yo nací con un sello personal que no lo tiene cualquiera. Siempre he sido un adelantado a mi tiempo. A otros les encanta la morriña, quedarse en el pasado. Pero yo no soy nostálgico, aunque dada la carrera que tengo tendría motivos para ello. Pero no, me gusta hablar de hoy. Mejor dicho, de mañana.
-Pero sin sucumbir a las modas pasajeras.
-No, no. Todo con mi sello impreso, no con el que me digan desde fuera.
-Acaba de estar de gira por Estados Unidos, México...
-Es como mi canción: «Arrastrar la dura cadena. Trabajar sin tregua y sin fin». Pero es que tengo la inmensa suerte disfrutar con mi trabajo, y se me nota mucho.
-Ya, pero, ¿no descansa nunca?
-Lo que pasa es que yo tuve la inmensa suerte de que hace diez años me pusieran un motor nuevo, que funciona que no veas. Ese es el secreto. Me temo que aún queda Raphael para un buen rato.
-No veo a muchos artistas españoles actuales llenando teatros en Nueva York.
-Eso de dar el salto es muy complicado. De entrada hay que saber saltar. Tienes que gustar a mentalidades muy diferentes, porque cada país es diferente. Y gustar a todos los públicos es muy complicado. Hay que estar ahí en el momento oportuno.
-¿Usted lo estuvo?
-Desde luego. Había un vacío en cierta clase voz y temperamento y ocupé ese sitio. Mantenerlo ya fue más complicado.
Santiago | A Quintana, miércoles 4. 22:30 horas. Entrada desde 20 euros