Francisco Narla: «La novela ha de entretener; si te desvías, dedícate al ensayo»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Narla sabe que se debe al lector, al que consagra su tarea: «Es mi empleador, mi jefe, el que me paga las facturas»

11 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Lo tiene muy claro. Él consagra su tarea al lector. «Es mi empleador, mi jefe, el que me paga las facturas, por eso le debo todo el respeto y la consideración, debo tratarlo lo mejor posible». El novelista lucense Francisco Narla (1978) admite que a lo mejor otros de mayor nivel literario no lo hacen, pero él tiene «muy presente a la hora de escribir» a su audiencia, a la que intenta mantener fiel. Es por ello que tampoco se plantea desviarse demasiado del camino de la novela histórica, en donde ha cosechado un importante éxito con sus dos últimas obras: Assur (2012) y Ronin (2013). Esta última, a pesar de aparecer en noviembre, ha sido señalada como una de las mejores novelas históricas españolas del 2013 por varios blogs especializados, por la Semana Negra de Gijón, por el premio Ciudad de Zaragoza...

Narla está satisfecho, pero quiere ser realista. «¿Si soy un escritor profesional?, ¿cuánto hay que vender?», se pregunta para admitir que su vida ha cambiado significativamente y que podría vivir de la escritura. «Pero, ¿y si mi siguiente libro sale mal?». Sus dos primeras novelas aparecieron en editoriales pequeñas, pero Planeta se fijó en ellas y ha publicado las dos últimas en Temas de Hoy, un sello del hólding. Esto fue un espaldarazo. El soporte de un gran grupo -«que apoya el libro y lo lleva a todas las librerías, lo coloca en lugares visibles, lo distribuye bien, le da publicidad»- fue decisivo, pero aún así Narla ha decidido no descuidar su trabajo como comandante de aviación comercial. Trata de hacer menos vuelos, pero no renuncia a esta ocupación: «No me atrevería, porque si lo dejas un año o dos es muy difícil reengancharse». A una media de 90 céntimos después de impuestos ingresados por cada libro vendido, «hay que ser cautos, nunca presuntuosos», insiste.

Saint-Exupéry

Además, las dos tareas son de su agrado, dice Narla, que vive en una pequeña aldea cerca de Lugo, y que recuerda que llegó a ambas profesiones a través de las lecturas del francés Antoine de Saint-Exupéry, famoso escritor y aviador, autor de obras como El principito y Vuelo nocturno. La lectura lo llevó a la escritura. Y en particular novelas como El médico, de Noah Gordon, o Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari, lo condujeron al universo de la ficción histórica. En este ámbito ha triunfado, y no piensa abandonarlo en su próxima obra -«no puedes decepcionar a la gente que te leyó»-, que ya tiene muy avanzada. Su gran máxima es divertir: «La novela tiene que entretener, si te desvías de esa prioridad dedícate al ensayo». Pero también tiene otras guías de trabajo, como el rigor, la coherencia. «La novela histórica ha de tener sentido, ser veraz», apunta, lo cual no significa que deba ser un manual, todo fidelidad a los hechos. «Si uno quiere aprender historia debe recurrir a ensayos, tesinas, revistas científicas...». Narla, sin ánimo de sentar cátedra en la historia, sí dedica muchas horas a investigar, contrastar y a documentarse porque todo en su relato «debe resultar plausible». El ejemplo de Ronin, que nace alrededor de una visita de samuráis a la Sevilla del siglo XVII -estos días se conmemoran los 400 años de las relaciones hispano-japonesas-, fue especialmente difícil. «El escenario ya lo tenía, pero hay que dotarlo con otros elementos si quieres una novela sólida, de casi mil páginas, si no todo se queda en una mera anécdota para contar en una cena de amigos». Y parece que Narla logró una novela sólida.