Quizá uno de los libros del 2014, Los vivos y los muertos es algo más que el título con que Joy Williams (Massachusetts, 1944) quedó finalista del premio Pulitzer [su debut, State of Grace, fue finalista del National Book Award el año en que Pynchon se alzó con el galardón con El arco iris de la gravedad]. Pero Los vivos y los muertos es una novela especial, de gran fuerza, con personajes de poderosa voz como sus tres huérfanas, unas jovencitas de extraña -enajenada- existencia en la que pesa tanto la presencia de los vivos como la de los muertos. Es, en ese sentido, una novela muy propia del universo literario sureño, que recuerda por momentos a los mundos de Eudora Welty o Capote. Las adolescentes Alice, Corvus y Annabel se mueven, a veces en el dial de la inocencia, a veces en el de una fría indiferencia, hasta el vacío, a veces en el humor más negro, en una existencia brumosa y delirante que evoca las tierras pantanosas del Misisipi. Y Williams logra narrar sus cuitas sin renunciar a una sutil poesía.