Por la época en que Cervantes estaba escribiendo su Quijote ya los españoles llevaban guerreando y procreando en México, la Nueva España, casi un siglo. Aunque me imagino que el castellano, que por allí podría llamarse extremeño, debería estar poco extendido. Fue arraigando y conviviendo con las lenguas precolombinas, que todavía hoy están vivas y coleando. En el siglo pasado, la presencia española en la cultura de aquel país, con ese buque que fue Universidad Autónoma (UNAM), convivió estrechamente con una intelectualidad que Octavio Paz regía con firmeza y arrogancia. De aquel semillero nacieron grandes escritores que hoy compramos y leemos; desde los jóvenes, Jorge Volpi, Guadalupe Nettel, hasta sus mayores, Carlos Fuentes o la Poniatowska, para llegar a un señor que escribe unos tomazos que como te den en la cabeza te pueden causar una avería seria. Se llama Fernando del Paso, y en el 2011, en la feria del libro de Guadalajara, ante su ruego, yo le ofrecía publicar su obra en España. Testigos de aquello fueron Merino, Aparicio y el público en general entre el que yo me sentaba y asistía a una mesa redonda. Ayer, en un acto de justicia distributiva más que merecida, se le ha concedido el premio Cervantes. Para leer su obra fundamental, Noticias del Imperio, necesitará usted unas largas vacaciones. Y a cambio de perder el sueño se encontrará una narración soberbia sobre la pobre Carlota, viuda de Maximiliano, aquel austríaco bienintencionado que llegó a México hace unos doscientos años para ser emperador y acabó siendo fusilado.