La autora australiana, que estrena novela, se reivindica como «escritora de misterio» y reniega de la etiqueta de «femenina»
20 nov 2015 . Actualizado a las 04:00 h.Pocos autores han sacado tanto partido a los secretos de familia como Kate Morton (Berri, Australia, 1976). La escritora, una de las indiscutibles reinas del best seller, ha vendido diez millones de copias de sus intrigas de inspiración gótica y ambientación victoriana en torno a oscuros secretos que marcan a toda una estirpe. En El último adiós (Suma de letras) se mantiene fiel a este esquema. Pero con su quinta novela Morton se reivindica como «escritora de misterio. Es lo que soy, aunque nadie parezca reconocerlo y me quieran etiquetar como autora femenina», dice la novelista australiana más vendedora del mudo.
«La masacre de París es una monstruosidad aterradora, pero aún confío en la bondad del género humano. Creo que no estamos hechos para matarnos», insiste Morton. «A diferencia de los animales, sentimos estrés postraumático, y eso me dice que nuestra condición no es violenta y que la maldad no es inherente», dice esta madre de tres hijos que aborda en su nueva novela el peso de un pasado terrible que emergerá como un géiser. El último adiós gira en tono a un revés sufrido en los felices 30 por la familia de Alice Edevane, que perderá su lujosa mansión de Loanneth en un noche aciaga. Setenta años después la casualidad llevará al lugar a Sadie Sparrow, investigadora de Scotland Yard de permiso forzoso, quien descubrirá la terrible historia de un crío desaparecido.
Se inspira en un caso que conmocionó a Australia hace medio siglo. La desaparición de los tres hermanos Beaumont. «Fueron a la playa un caluroso 26 de enero de 1966 y nunca regresaron. Testigos los vieron junto a un hombre que les ofrecía helados, pero jamás se supo nada de ellos», rememora. «Es un caso terrible que intrigó al país y cambió el comportamiento social, y quería escribir de alguien que desaparece casi por arte de magia», explica.
«Mi abuela mantuvo un secreto durante casi toda su vida. A los 21 años su padre le confesó que ella no era su hija biológica. Ella se avergonzó y se lo ocultó a sus hijas hasta poco antes de morir. Cambió su sentido de identidad y creyó que no pertenecía a su familia», recuerda Morton para aclarar su interés por los terribles secretos familiares. «Cada familia encierra uno y quienes dicen que en la suya no hay ninguno, es que todavía no lo conocen», asegura. «Todos pertenecemos a una familia y, nos guste o no, su pasado nos marca casi como la genética y nos convierte en quienes somos», arguye la escritora.
Ambientes victorianos
«Podría vivir sin publicar, pero no sin escribir, aunque no podría escribir por una motivación cínica. Necesito a alguien que dé vida a mis historias en su imaginación», aventura una risueña Kate Morton que sostiene haber superado el miedo al fracaso. «Tengo muy claras mis prioridades y sé que el éxito personal está muy por encima del literario», aclara. «Mis tres hijos y mi marido son lo primero, mi alegría y mi razón de vivir», dice con voz dulce y suave. En España ha vendido millón y medio de libros y, asegura, tiene «más lectores que lectoras», toda una rareza «que dice mucho de los españoles». Asegura desconocer cuál es la fórmula de un éxito que ha repetido con títulos como La casa de Riverton, Las horas distantes, El jardín olvidado y El cumpleaños secreto. Siempre con un estilo preciosista de corte romántico que ella, temprana fan de Enid Blyton, explica como una mezcla de influencias de las Brönte, Austen, Waugh o Daphne du Maurier. Incluso de Dickens o Agatha Christie. ¿Por qué sus ambientes victorianos, tan lejanos a su Australia? «Está en mi ADN como lectora», arguye Morton.