
Su gran canción «La Vie en Rose» es aún hoy himno oficioso de la vida en París
19 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.Hace un siglo que Édith Piaf llegó al mundo, en el número 72 de la calle de Belleville, según la leyenda que ella alimentó, o en el hospital Thenôn de París, según su acta de nacimiento. Sea como fuere, no hay duda de que el 19 de diciembre de 1915 marcó el inicio de la biografía de una cantante enorme atrapada en un cuerpo minúsculo, de solo 1,47 metros: Édith Giovanna Gassion. Para ella no hubo tabúes ni convenciones. La vida no la trató con guante de seda. Fue abandonada cuando tenía dos años por su madre, cantante de cafés. Su padre, acróbata y contorsionista, la llevó a vivir con la abuela, dueña de un burdel. A los cuatro años sufrió una infección en la córnea que la dejó ciega. Según la artista, se curó más tarde gracias a una peregrinación a santa Teresa.
Sus 47 años estuvieron magullados por la sordidez y la necesidad, incluso en sus días de gloria, cuando toda Francia y medio mundo se emocionaba al son de Milord o La Vie en Rose. A los 14 años cambió el hogar familiar por los cabarés de Pigalle y, aún adolescente, dio a luz a su única hija, Marcelle, que murió por una meningitis.
El primer éxito llegó con 20 años, gracias al empresario Louis Leplée, quien la bautizó como La Môme Piaf (La muchacha gorrioncillo) y la ayudó con su primer disco. Pero el extraño asesinato de su mentor volvió a empujarla al desfiladero de la miseria.
Entonces conoció a dos de las personas que más marcaron a la diva de la chanson française: el compositor Raymond Asso, nuevo mentor y amante, y la pianista Marguerite Monnot, que la acompañará en su carrera.
Por fin Piaf saboreaba el éxito, amplificado tras la Segunda Guerra Mundial como símbolo de la Resistencia (sin demasiados méritos) para una Francia que debía recuperar el orgullo perdido en la ocupación nazi. En 1946 grabó La Vie en Rose, su gran canción y que recientemente fue banda sonora para muchos de los homenajes a las víctimas de los atentados yihadistas de París. Entre ellos, el de Madonna. Un par de años después conoció en Nueva York al boxeador Marcel Cerdán, de quien se enamoró locamente y que falleció meses después en un accidente de avión. A él escribió Hymne à l?amour.
Convertida en estrella internacional en los 50, se casó con el cantante Jacques Pills y se lanzó al amor furtivo con Aznavour y Moustaki, mientras multiplicaba las curas de desintoxicación para dejar la morfina. Muy mermada, con aires de despedida, en 1961, ante sus amigos Delon, Louis Armstrong, Newman, Brassens, Ellington o Belmondo, Piaf estrenó Je ne regrette rien (No me arrepiento de nada), emocionando a un auditorio con un canto hedonista empapado de alcohol, pasiones y opiáceos.
Se casó con un cantante 20 años más joven, y el 10 de octubre de 1963 murió en Grasse.