
Esta versión de Danny Boyle es seca como un páramo y en ella encontramos muy poco de la habitual realización afectada del autor de «Trainspotting» o «Slumdog Millionaire»
24 feb 2016 . Actualizado a las 17:42 h.Aunque tiene variados decorados interiores, y algunos exteriores -especialmente en ese final «liberador», que nos saca al aire libre-, este biopic del conocido magnate informático está planteado como una suerte de pieza de cámara algo claustrofóbica, un kammerspiel intimista de ajuste de cuentas entre personajes. Al contrario que Jobs, la otra película biográfica sobre el empresario que se situaba entre la crónica rosa pop y la hagiografía disparatada, esta versión de Danny Boyle es seca como un páramo y en ella encontramos muy poco de la habitual realización afectada del autor de Trainspotting o Slumdog Millionaire.
Estructurada en tres partes por el guionista de La red social, capítulos que se corresponden con los prolegómenos de otras tantas presentaciones de los cacharros que hicieron rico y famoso al biografiado, Steve Jobs viene a ser algo así como el ensayo fallido sobre un ego enorme que esconde una profunda insatisfacción personal. Nada nuevo: el supuesto genio es una persona horrible.
«Estoy cambiando el mundo», «yo inventé el futuro», «no hay tiempo para ser amables», «soy como César, rodeado de enemigos». Vale, lo pillamos. Tanta insistencia pronto nos lleva al hastío. Y la tesis sobre la incomunicación en la era de la comunicación se queda plana.
Lo mejor de esta película mortalmente aburrida son, sin duda, las encarnaciones. La del ególatra, pared en la que rebota cualquier sentimiento, bien construida por Michael Fassbender. La de la fiel escudera, ejecutiva de marketing, psicoanalista y «esposa del trabajo», brillante Kate Winslet, en un personaje casi inexistente en la otra película. Y las de Seth Rogen, Jeff Daniels y Michael Stuhlbarg, como los colaboradores del monstruo, en especial la de este último en el papel de Andy Hertzfield, camaleónico ente al que solo reconoces por su sonrisa inestable, un actor capaz de hacer cosas tan diversas como el ejecutivo de Hollywood Lew Waserman en Hitchcock, el gánster Arnold Rothstein en Broadwalk Empire o el freudiano asesino en serie de Cut Bank ¡Que alguien le de un protagonista a Michael Stuhlbarg!